Grupo de investigación de Crítica Arquitectónica ARKRIT / dpa / etsam / upm

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Sobre ARKRIT

El Grupo de Investigación ARKRIT se dedica al desarrollo de la crítica arquitectónica entendida como fundamento metodológico del proyecto. El ejercicio crítico constituye el principal gestor de la acción proyectual hasta el punto de que puede llegar a identificarse crítica con proyecto.
Si se considera que el objeto de la crítica no es el juicio de valor sino el estudio de las condiciones propias de cada obra, en relación a otras obras de arquitectura, en relación a otros campos del conocimiento y en relación a otras posibles teorías alternativas, podemos obtener de ella una imagen final flexible y abierta que permita tanto su comprensión veraz como la apertura a nuevos caminos en el curso de la arquitectura.
El Grupo de Investigación ARKRIT se constituyó en 2008 bajo la dirección del catedrático de Proyectos Arquitectónicos D. Antonio Miranda Regojo-Borges y, además de proyectos de investigación, entre las actividades del grupo se encuentra la dirección de tesis doctorales, así como una participación activa en el máster de Proyectos Arquitectónicos Avanzados (MPAA) desde el Laboratorio y el Taller de Crítica y coordinando numerosos Trabajos Fin de Máster.

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ARKRIT - GRUPO DE INVESTIGACIÓN DE CRÍTICA ARQUITECTÓNICA

Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid
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PORTADA 1_2-2

9 noviembre, 2017

INTERNACIONALISMO vs. NACIONALISMOS [2/2]

Antonio Miranda

El nacionalismo y la patriotería son los últimos refugios o reductos del canalla.

Samuel Jonson.

En efecto, cualquier nacionalismo es excluyente y siembra odios. W. Mirregan en esa línea, dice que: así como el nacionalismo prolifera entre los seudopatriotas de instinto, y otras gentes carentes de empatía o sicópatas, el internacionalismo solidario se extiende entre aquellas otras más nobles, ilustradas y generosas. Hay un conocido “historiador” español que se dice discípulo de Ortega –eso explica casi todo- que declara con pasión romántica que el “fundamento del nacionalismo es la Modernidad”. Una vez más la Modernidad es combatida por fuerzas que podríamos llamar diabólicas (Dyabolus), esto es: separadoras, separatistas.

El nacionalismo (“nazionanismo o necionalismo”) en cualquier circunstancia, es sectario: también secciona el cerebro. El nacionalismo lobotomiza la memoria y la conciencia, lava las ideas verdaderas y cuelga el producto en el escaparate del mercado global. El caso balcánico nos señala donde podemos llegar cuando hemos sido envenenados por el fanatismo que rellena el vacío cerebral dejado por la crítica y la autocrítica ausentes. El maníaco patrio es incapaz de ver la realidad, y sólo acepta –con entusiasmo- aquello que su egocentrismo patológico le dicta: no distingue las ideas de las creencias, los hechos de las opiniones, las noticias de los actos y en consecuencia, se convierte en un sicópata iluso, sin empatía que puede llegar a asesinar niñas.

Lucha de clases. Nacionalismo es la mascarada que oculta la contradicción principal, esto es, la lucha entre clases en cualquier nivel: familiar, laboral, local, nacional, internacional. Así, la peste nacionalista es particularmente inmunda porque representa la insolidaridad fiscal de las regiones más ricas contra las más necesitadas. El nacionalismo siempre es particularmente innoble porque su primer y disimulado objetivo es consiste en  ocultar la desigual realidad de renta y clase en la sociedad. Para ello, el caduco y vil embeleco patriótico inventa un enemigo exterior. Así mantiene desactivada la conciencia crítica en el interior. Con ello se desvía la atención de los problemas sociales internos hacia un chivo expiatorio exterior, el “enemigo común”. Ese enemigo ficticio convierte a “los nuestros” en un sólo bloque interclasista, y por tanto falsario: “sin explotadores ni explotados”. Así el nacionalismo, o tribalismo, es el cemento artificial que mantiene la desigualdad dentro de una sociedad inoculada de paranoia. La idea de “patria” sirve para promover o auspiciar la ignorancia de los doblemente engañados: como explotados en el interior y como carne de cañon en el exterior. Por eso, Cassius Clay gritó con sabiduría contra la guerra: ¡A mí, ningún vietnamita me ha llamado “negrata”!

Fiesta y consumo. La Fiesta, por efecto del Capitalismo, ha sido sustituida por el consumo necio y la alienación estupefaciente. Así, el nacionalismo y la fiesta comarcal, viciosa y vacía suelen coincidir en la parodia deportiva de la guerra contra el enemigo exterior: en el estadio pelotero, con las “masas” mentalmente inmovilizadas. No pensar, sólo sentir, como exigen las sectas. Así se impide la reflexión interna que para el Poder es el verdadero enemigo y tabú. El pan y circo, los “deportes”, la fiesta local y ruidosa y la arquitectura espectáculo, constituyen un solo bodrio “nacional”. Con la fiesta nacional se disimulan y encubren las diferencias abismales de renta existentes entre los que promueven la fiesta y los que se drogan con ella. El nacionalismo antes o después termina en alguna payasada criptofascista o directamente fascista. Puede notarse en el gesto histriónico y exhibicionista de los patriotas estadounidenses cuando se llevan la mano a la tetilla cada vez que suena el -para tantos otros- himno imperialista del terror. El mundo no debe olvidar por ejemplo, el golpe militar fascista de 1965 en Indonesia y sus consecuencias. Véanse los documentales de J. Oppenheimer, entre otros: El Acto de Matar.  

Raíces. Siempre que alguien se refiera a “sus raíces” debemos ponernos en guardia. Ese tipo en cuestión suele ser un varón con escasa instrucción y delitos ocultos disimulados por la abyecta cultura local. Con casi total seguridad se trata de un tipo incivil, quizá un idiotees por lo demás apolítico en lo social. Cuando se nos hable de tradiciones y “raíces” sólo podemos esperar que inmediatamente después nos caiga encima el fertilizante en formas fecales, naturalmente. Si nos hablan de alguien con pasiones identitarias profundas y sentidas, a la vez que muy amante de sus tradiciones locales, podemos asegurar que se trata de un pobre cretino encubierto por un belitre o viceversa. La ciencia moderna enseña que la endogamia, esa forma biológica del nacionalismo, conduce a las especies a su desaparición. La turbina genética intrafamiliar llevó por ejemplo a los Neanderthales a su extinción; quizá a causa de su endogamia la capacidad de respuesta a los cambios exteriores desapareció.

Civilización. La Modernidad, la Civilización y la Ciencia nos aclaran la sencilla verdad: Lo mejor nunca es lo puro y castizo, genuino, uniforme (consanguinidad y oligofrenia), sino aquello que se enriquece en el mestizaje y gracias a ello adquiere precisamente, la integridad de felices estructuras internas o autotélicas. El etnocentrismo, propio de sociedades analfabetas y cerradas, debe identificarse con el racismo, con la idea de pensar en el propio grupo, nación o tribu como sujeto superior y portador de valores eternos, al decir de J. A. Primo de Rivera. De ahí a despreciar al otro, al forastero y atribuirle los caracteres del in-mundo (etmlg: “exterior a nuestra aldea”) no hay más que un paso. La posterior justificación del genocidio está servida.

Federalismo y tribu. La idea de Humanidad –escribe Levi-Strauss- no puede atravesar las fronteras de la tribu, no puede entrar en el grupo lingüístico, ni, a veces, incluso en la aldea. Los pueblos primitivos o salvajes suelen hablar de sí mismos así:los hombres, los buenos, los perfectos”, en contraposición, los de fuera -los forasteros- son llamados por aquellos aborígenes: malditos, malvados, monos, o fantasmas”. Para la epistémica es imposible separar el nacionalismo de las culturas, de la conseja local, parroquiana, provinciana y castiza. La tradición cultural española en el peor sentido folclórico del término se reproduce en los nacionalismos y en sus sainetes esperpénticos, palurdos y neomodernistas. Hoy bajo el peso del nacionalismo burgués los arquitectos más “progresistas” hacen un “Movimiento Moderno con boina” (teja o pizarra): un localismo regional y lugareño al gusto de los “caballeros” inmobiliarios de la región.

Todo nacionalismo no federal es discriminador; es vicio rancio y putrefacto cargado de mitos, leyendas y mentiras. Por todo ello es imposible separar nacionalismo de fascismo, cuyo humus y tronco común está formado por fantasías y falacias. El mito casticista –ocho apellidos vascos- pone su aureola de valor, por ejemplo, en presumir de “ser de aquí y solamente de aquí”. Así vemos una vez más que no es científico ni inteligente separar nacionalismo de imbecilidad. Ambas patologías están estrechamente unidas por antihigiénicos instintos incestuosos y endogámicos. El repulsivo mundo nacionalista es incompatible con la Modernidad, y por tanto con la verdad, la bondad y la belleza.

Precisamente -y por razón de sus orígenes románticos, noveleros y decimonónicos- la peste nacionalista, más o menos fanática y miope conduce a las peores “arquitecturas” regionales, vernáculas, castizas, y pintorescas. Una poética moderna o antirromántica puede ser el antídoto de tanta zafiedad. Los nacionalismos –cuyo origen radica en un Romanticismo más liberal y libertario que liberador– se nutren de la ignorancia programada y del Poder local más o menos corrupto. También los repulsivos y grotescos trajes regionales, en tanto que palurdos y anacrónicos, lucen la cultura patriarcal y misógina de la fiesta patronal. Por ello siempre desfilan protegidos por las autoridades e instituciones más retrógradas.

NOTAS

El patriotismo es un tipo de sentimentalismo infantil y excrementicio: es la forma patriarcal y propietal del nacionalismo: es testosterona podrida y cuartelera para destruir la paz entre los pueblos. Es un narcisismo adolescente, iletrado y egocéntrico; por eso significa payasada sicopática. La Federación Ibérica -como tantos sabios han predicho- hará de las dos naciones juntas un nuevo paraíso peninsular. También la Europa Federal podría acabar con las leprosas lacras nacionalistas. Aquí, las cataplastas nacionalistas periféricas -de regreso a la tribu- suman una falta de Virtud casi comparable a la del repulsivo y abyecto nacionalismo español o  central.

La lucha por la independencia solamente está justificada cuando –véase Irlanda o Vietnam- el tiránico Imperio ha expropiado de sus medios de producción a los colonizados. Por el contrario, en Cataluña prolifera, libre y desbocado, un nacionalismo pequeñoburgués amnésico e iletrado que es una parte más de la tontería catalana. Ese descerebrado separatismo es modernista o antimoderno. Por ello escribe Juan Marsé: La patria que proponen los nacionalistas catalanes es una carroña sentimental.

BANDERA 2

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