Grupo de investigación de Crítica Arquitectónica ARKRIT / dpa / etsam / upm

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Sobre ARKRIT

El Grupo de Investigación ARKRIT se dedica al desarrollo de la crítica arquitectónica entendida como fundamento metodológico del proyecto. El ejercicio crítico constituye el principal gestor de la acción proyectual hasta el punto de que puede llegar a identificarse crítica con proyecto.
Si se considera que el objeto de la crítica no es el juicio de valor sino el estudio de las condiciones propias de cada obra, en relación a otras obras de arquitectura, en relación a otros campos del conocimiento y en relación a otras posibles teorías alternativas, podemos obtener de ella una imagen final flexible y abierta que permita tanto su comprensión veraz como la apertura a nuevos caminos en el curso de la arquitectura.
El Grupo de Investigación ARKRIT se constituyó en 2008 bajo la dirección del catedrático de Proyectos Arquitectónicos D. Antonio Miranda Regojo-Borges y, además de proyectos de investigación, entre las actividades del grupo se encuentra la dirección de tesis doctorales, así como una participación activa en el máster de Proyectos Arquitectónicos Avanzados (MPAA) desde el Laboratorio y el Taller de Crítica y coordinando numerosos Trabajos Fin de Máster.

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ARKRIT - GRUPO DE INVESTIGACIÓN DE CRÍTICA ARQUITECTÓNICA

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PORTADA 1_1-2

2 noviembre, 2017

INTERNACIONALISMO vs. NACIONALISMOS [1/2]

Antonio Miranda

Amo demasiado a mi país como para ser nacionalista.

(A. Camús)

Tal como la Civilización, el Internacionalismo es único, panhumano, progresista y universal; por el contrario los Nacionalismos –como las Culturas- son variopintos, caciquiles, retrógrados, y comarcales. Nacionalismo significa Romanticismo localista y palurdo de “sangre y tierra”: patriotería, odio, cainismo, guerra y antimodernidad. Por eso dice R. Pina: El nacionalismo es el Mal sobre el Planeta. En efecto, nada más rancio, mohoso y vetusto que la estupidez y atrocidad de las guerras nacionales, cimentadas en la excitación de los bajos instintos de los más iletrados. La pasión patriótica entroniza un ídolo o fetiche tan accidental y gratuito como el azaroso lugar de nacimiento. Todo nacionalismo pequeñoburgués -del que tratamos aquí- sufre un grave déficit estético: no puede librarse del populismo facilista, de la demagogia y del vil autoelogio que “nos diferencia”.

El nacionalismo implica valores arcaicos como la patriotería plebeya, y la “gloria del país”. El que se ensalza será humillado, dice Jesús de Nazaret. Toda alabanza propia envilece, repite Cervantes en El Quijote. Todo nacionalismo contiene exclusión, odio y villanía: destruye la fraternidad internacional y panhumana: produce una superstición que reniega de la Ilustración. “Izquierda nacionalista” es un oxímoron insoportable para la razón política y la lógica histórica, pues combate a la Civilización que siempre reúne ética, estética y epistémica en el servicio a la Modernidad y la paz. La izquierda auténtica no trata de las luchas nacionalistas de fronteras sino de la lucha internacional de clases.

Nacionalismo y fascismo. La sinrazón patriótica, irracional y genocida es una parte de la autárquica barbarie fascista, de la criminalidad nazi. Cuando esas formas de extrema derecha se presentan como revolucionarias, sólo engañan a los “rebeldes” y a los estúpidos. No nos extrañe el maridaje entre fascismo y nacionalismo no federal en el culto “amoroso” a la propia nación: ambos sólo apelan a los más bajos instintos pasionales de los más iletrados. Miedo y estupidez son a la vez causa, efecto y prueba del odio y de los instintos criminales. Romanticismo y Nacionalismo se generan y alimentan mutuamente contra la Razón y la Paz. Porque sobran salvapatrias, faltan salvamundos. La política separatista catalana es concebida por los nacionalistas como un circo en el que ellos, con frecuencia, protagonizan las mayores payasadas. ¿Por qué no llevar al nacionalismo hasta la escala de la comarca, como pretendía Hitler?

Los varoniles líderes nacionalistas, caciques o reyezuelos provinciales, en los festejos patronales / patriarcales suelen presentarse con una corte femenina que luce grotescos y enmohecidos trajes regionales. Pocas cosas más antiestéticas que unirse al cortejo procesional del vencedor. Nada más zafio, retro y oportunista que desfilar con los que mandan. El sentimentalismo nacional, en la medida que emocional y pasional es también criminal e inferior. Un grave déficit ético, estético y lógico caracteriza a todos los nacionalismos y, por tanto, a las relaciones políticas más primarias. Tal es la razón de que esas relaciones sean tan mal ejemplo para la ciudadanía.

Modernidad y Nacionalismo se excluyen porque los nacionalismos son arcaizantes en todo: lenguas, políticas, costumbres, ideas. El nacionalismo significa nostalgia rancia y vetusta de un pasado ilusorio: según la retroidea patológica y manriqueña de que “cualquier tiempo pasado fue mejor.” El escenario óptimo para el desarrollo multinacional y oligopólico del Capitalismo –tanto en sus formas liberales como fascistas- es siempre la disgregación de lo colectivo, de la Sociedad Civil, de la Humanidad. Así, nada mejor para la expansión del Sistema capitalista que el nacionalismo disgregante que pone la Patria -madre de tantas desgracias y vicios- por encima de las personas: las patrias trocean a la Humanidad con artificios de “raza” y lengua para que los humanos no luchen juntos en tanto que miembros que son de determinada clase social y renta. Globalización capitalista y disgregación nacionalista son pues cara y cruz complementarias de la misma moneda. También en ello puede verse que Fascismo y Nacionalismo son ampliamente sinónimos de hybris: Testosterona + Regreso a la tribu.

El interclasismo es el disfraz cultural y populista del incestuoso nacionalismo autárquico, aislacionista y palurdo. Así, los estupefacientes e interclasistas espectáculos peloteros, como el fútbol, encubren e invisibilizan la realidad de clase. El fantasmón patriótico “identitario” es peculiaridad inventada que alimenta las culturas étnicas y es alimentada por ellas. Nacionalismo no federal es una forma “política” del odio. Cuando el fascismo o miedo a la libertad o liquidación de la dignidad panhumana se instala en el Poder, lo hace con la complicidad del miedo al “otro diferente”, un miedo culpable que nace de la ignorancia en asuntos como la fraternidad universal bioquímica y genética. Para entonces ya no valen lamentaciones, porque el fascismo -ese miedo pequeñoburgués- tiende a convertirse en terrorismo. No es posible la componenda; o se está con la Democracia o se está con el Nacionalismo. Deberemos elegir; porque la parte reptiliana y más ignorante de nuestro cerebro y, en consecuencia, la más miedosa está alimentada y constituida por el Mal de la indecencia intelectual o prohibición sectaria de pensar. Algo que, en defensa propia, debemos demoler. El nacionalismo es una de las más patológicas contrafiguras de la Modernidad.

Educación. Para protegerse del innoble nacionalismo hay un solo camino: la educación ilustrada que bloquea la política de cotilleo chismoso de la palurdia localista. La educación suprime la ofuscación que el nacionalismo difunde e impone. Una cosa es la defensa científica de la memoria histórica (que siempre contiene alguna resistencia al Sistema) y otra muy diferente la bajeza de utilizar “identidades” –ocurrencias heráldicas inventadas- para excluir a otros seres humanos. Tal fue el caso de la secta mafiosa vasca surgida tras la muerte de Franco. E.T.A. utilizó a pobres oligofrénicos para que dispararan a la nuca de los profesores, tan odiados por los más torpes. Los yihadistas van más allá: utilizan a adolescentes, casi niñas, cargadas de dinamita para que se inmolen asesinando de paso a docenas de inocentes. Terrorismo se escribe con T de tipejo o rufián. U.S.A. ha sido la más importante escuela mundial de terroristas. Así, ciertos belitres aupados al Poder por la pequeña burguesía medrosa e iletrada: Churchill, Truman, Bush o Trump.

Universidad. Es lamentable comprobar que las universidades parecen no tener nada que decir contra los nacionalismos cuando quizá no exista mayor falsificación de la verdad y de la historia que la promovida por la rencorosa idea nazi de la “identidad de la tribu”. Esos fanáticos enemigos de la Ilustración son criptofascistas disimulados, y un grupo más entre los mayores enemigos de la Modernidad cosmopolita. No hay nacionalismo –esa forma modernista y antimoderna de la política- que no use como bandera la “tradición”, y que no ponga sus folclores por encima del respeto y reverencia debidos a cualquier ser humano. Lo “profundamente alemán” como lo “genuinamente ingles” o lo “auténticamente español” constituye en su conjunto un bodrio falsario y un apestoso fruto del  romanticismo –esa falta de higiene mental- pleno de instintos de odio. Una base pasional de “enamoramiento” alimenta todo la sinrazón del fenómeno nacionalista en su mayoría fanático.

El sicoanálisis del nacionalismo nos proporciona un marco de endogamia neurótica y de represión sobre alguna obsesión inconfesable. Esa obsesión nostálgica y machuna no debe ser otra que la de fornicar con la bisabuela, quizá muerta y enterrada. El nacionalismo tiene origen vicioso e incestuoso: una fobia asocial indigenista y consanguínea. Lo inconfesable -sabemos desde hace cien años- proviene de una la carencia de autoestima, por ejemplo, inducida por el maltratador padre padrone hacia el niño indefenso. La sinrazón o torpeza de los adultos hacia los niños convierten a éstos en frecuentes víctimas del patriotismo. Desde hace más de 100 años las guerras –frutos nacionalistas- son especialmente repugnantes; hoy la mayoría (85%) de las victimas son civiles inocentes.

BANDERA 1

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