Grupo de investigación de Crítica Arquitectónica ARKRIT / dpa / etsam / upm

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Sobre ARKRIT

El Grupo de Investigación ARKRIT se dedica al desarrollo de la crítica arquitectónica entendida como fundamento metodológico del proyecto. El ejercicio crítico constituye el principal gestor de la acción proyectual hasta el punto de que puede llegar a identificarse crítica con proyecto.
Si se considera que el objeto de la crítica no es el juicio de valor sino el estudio de las condiciones propias de cada obra, en relación a otras obras de arquitectura, en relación a otros campos del conocimiento y en relación a otras posibles teorías alternativas, podemos obtener de ella una imagen final flexible y abierta que permita tanto su comprensión veraz como la apertura a nuevos caminos en el curso de la arquitectura.
El Grupo de Investigación ARKRIT se constituyó en 2008 bajo la dirección del catedrático de Proyectos Arquitectónicos D. Antonio Miranda Regojo-Borges y, además de proyectos de investigación, entre las actividades del grupo se encuentra la dirección de tesis doctorales, así como una participación activa en el máster de Proyectos Arquitectónicos Avanzados (MPAA) desde el Laboratorio y el Taller de Crítica y coordinando numerosos Trabajos Fin de Máster.

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ARKRIT - GRUPO DE INVESTIGACIÓN DE CRÍTICA ARQUITECTÓNICA

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04_2014.03.27 - Fernando Casqueiro - De función crítica 2-2

27 marzo, 2014

Etiquetado en Asesor, Asesor algorítmico, Comentador, Comentarista, Crítico, Experto, Opinador, Reseñador,

DE FUNCIÓN CRÍTICA. [2/2]

Fernando Casqueiro Barreiro

La Crítica, arrinconada entre la pedantería académica y la banalización del guirigay online está a punto de perder toda función social substantiva.

Pero, apoyándose en la solvencia y seguridad de la institución académica y utilizando la infinita capacidad de los medios electrónicos, puede volver a recuperar sus funciones elucidadora y recusadora. 

La crítica online: ¿pérdida ó ganancia? ¿nueva ilustración ó corrupción en La Red?

En la primera parte de este artículo, algo largo, dicho sea todo, se exploraba cómo en las últimas décadas del siglo XX se estaba ya formulando una posible crisis definitiva de La Crítica, entendida tanto en sus expresiones más benévolas (crítica de artes o de técnicas o de arquitectura) como de la propia esencia de la forma occidental de pensamiento, el Pensamiento Crítico.

Pero a las incertidumbres propias de todas las reflexiones críticas que se precien se añadió una revolución inopinada: la revolución digital.

El último texto al que se hacía referencia en la primera parte de este artículo sancionaba cómo el mercado había erosionado los fundamentos de la autoridad crítica para seguir recusando y alumbrando la tarea de pensar.

Era 1999.

Pero es que en 1964 había aparecido el remoto Ordenador Personal, en 1969 se fundaba La Red (internet), en 1981 el algo más próximo Sistema Operativo de Disco (DOS) y, finalmente, en 1998 se fundó Google.

Sólo un año antes que el esperanzado y cachazudo artículo de Daniel Innerarity que glosamos en la parte 1.

Imposible para él imaginar lo que se nos venía encima.

A día de hoy, y ya encharcados en el pantano de la segunda década del siglo XXI, bajo el imperio de La Red y durante el gobierno absoluto de Google, Vicente Verdú 1 hace referencia a la reciente aparición de un blog de éxito en el ámbito de la crítica literaria en Francia, Babelio, y lo compara con Babelia, el suplemento cultural que desde hace casi tres décadas emite Discurso desde un periódico de referencia en España, El País.

En su sumarísimo juicio, Verdú se sirve de la apabullante aparición de este lugar en La Red para radiografiar con lucidez un muy profundo cambio de corriente.

En Babelia, suplemento cultural nacido en 1987, se produce crítica profesional  e intelectualizada. Las obras se analizan según la importancia contextual, su calidad interna y su capacidad de reelaborar influencias (Bloom).

Babelia proporciona información y formación para mejorar el juicio o la capacidad de juicio. Fomenta la independencia de criterio respecto del poder dominante (en el s. XVII, el absoluto del rey, en el s. XX el de la burguesía liberal y hoy el Mercado).

Cada crítico competente y honesto era, y aún puede ser, más que un pedagogo, un puente de entendimiento entre la obra y sus receptores y producía, y aún puede producir, una crítica que pudiera avanzar, al modo de la ciencia, apoyándose en críticas anteriores. Decía T. S. Elliot que “ningún poeta o artista posee un significado o un valor a solas. Su significancia y su apreciación sólo es posible en relación con los artistas muertos”.

Por Babelia, y otros medios similares, sabemos que el criterio y el valor son sutilezas difíciles y escasas.

En Babelio, la red social crítica nacida en 2007, se produce crítica del corazón, cordial. Emocionada.

Sus criterios: megustanomegusta. Su método: descriptivo y sentimental. Su contenido: sólo información.

Es natural; una vez desacreditada la educación, ya sólo necesitamos datos.

Babelio tiene más de dos millones de visitas al mes y 100.000 colaboradores blogeros que, en general, son benévolos: sólo cuentan que algo les ha sacudido el corazón.

Los blogs como Babelio, que hoy son legión, forman ejércitos de aficionados disputándose un sitio al sol en medio del guirigay cultural. Síntomas de una lucha por un territorio fecundo y potencialmente lucrativo, la tierra sin padre en que hoy ha devenido La Crítica.

Desgraciadamente la manada manda y, contagiados por la especulación, financiera, inmobiliaria, política, deportiva,….., los editores envían sus novedades con menos entusiasmo a los pocos críticos de fuste que quedan, todavía, en ejercicio que a las masas de blogueros que expresan sus gustos a sus devotos. Fieles seguidores masivos que sólo esperan del blog un sorbo espontáneo resultante de la regurgitación del bloguero. No tiene importancia la competencia del bloguero.

Dando por bueno que la especulación bloguera lo es tanto en el sentido de crear un “valor falso” como en el de “conjeturar”, la verdad es que no nos dice nada, Verdú, de por qué tienen tantos seguidores los tales “blogueros”. Y esa es la cuestión. 

La profesión crítica.

La expansión absoluta de La Red no ha perdonado a nada, y  menos que a nada, a los que hemos conocido como Los Medios.

La abundancia de datos, no siempre traducidos a cara y valiosa Información, ha erosionado de tal manera los fundamentos económicos de La Prensa que, en el último año y sólo en España, dos de los diarios de mayor alcance e influencia, El Mundo y El País, han visto recortadas sus plantillas, se ha sometido a Expedientes de Regulación de Empleo y sus dos directores han sido despedidos.

La debilidad de los Medios es debilidad de sus componentes y debilidad de La Crítica en ellos ejercida.

Inmerso en este clima de final de era y avanzado ya el año 2013, el poeta y crítico Fernando Aramburu re-utiliza el título del sagrado texto de Tzvetan Todorov, La Crítica de La Crítica2, para reivindicar la profesión de crítico y en un audaz giro histórico argumentativo definir la profesionalización de la crítica como un indicador de la salud social.

Aramburu traza una línea de mutua relación de necesidad entre calidad de la crítica y seguridad material del crítico. Para ser ejercida con garantías La Crítica exige dedicación plena. Relegada a los ratos libres y al espacio que al crítico dejan otras ocupaciones, La Crítica languidece.

Para que el pensamiento crítico (incluso en su forma más leve de crítica de obra de arte) prospere es necesario asegurar la independencia del crítico y Aramburu expone cómo la pérdida de profesionalidad (debe entenderse que seguridad material) abona la banalización y la estupidización de la crítica.

Es decir, la pérdida del mercado de la calidad por parte de los críticos y la correspondiente erosión en sus propias seguridades materiales ha conseguido banalizar la crítica. Los críticos ya no son profesionales independientes y han devenido en publicistas o guerrilleros, lábiles aduladores o sádicos vengativos.

Las formas en que se manifiesta esta impostura en expansión van desde la publicidad al ajuste de cuentas; desde las maniobras para hacerse con cuotas de poder al invariable negativismo (síntoma de insuperables frustraciones personales del pobre crítico).

Merece agradecimiento el crítico que hace apetecibles las obras valiosas, que no se limita a descifrarlas con adusta terminología de profesor, se toma la molestia de transmitir entusiasmo, explica con precisión y claridad las razones por las que una obra repercute positivamente, alejado de la adulación y del tópico. 

La pluralización y la democratización de La Crítica3.

Finalmente, y hace no muchos días, a principios de este mismo mes de febrero de 2014, diez años después de su propio artículo de 2004 ya glosado aquí sobre El Futuro de la Crítica, Daniel Innerarity tiene la oportunidad de responderse a sí mismo hablando sobre la multiplicación de las críticas (¿La Crítica?) en internet haciendo una crónica sobre la lucha entre los devotos de la nueva crítica inexperta y los aristócratas del conocimiento.

Por una parte, en La Red nada ni nadie está a salvo de la réplica, del comentario. El crítico puede ser replicado e incluso recusado, en el momento, por el receptor.

Gracias a Internet, la gente [¿el público, los consumidores, el pueblo?] ha recuperado algo que parece que se le había expropiado. La gente [¿el público, los consumidores, el pueblo?] ha tomado en sus manos la organización de su propia atención.

Los Medios [¿La Crítica?] han perdido su antigua función monopolística, es decir, el poder de regular el acceso al discurso público, establecer los temas y ser los protagonistas o los reguladores del debate.

Sí ha sucedido que La Crítica se ha pluralizado [que no es lo mismo que democratizado o banalizado]. Hay crítica sobre cualquier cosa y en cantidades abrumadoras, atendiendo a todos los nichos del gusto, y de las distintas fuentes de “poder”.

En el otro lado hay quien habla de banalización, apocalipsis e incluso de teorías conspiratorias.

Se desestabilizan las jerarquías. El saber experto ya no es estático. En realidad es el saber el que ya no es experto.

La Crítica ya no está (no sólo, es posible que no principalmente y, desde luego, no en su mayor parte) en manos de profesionales. La aparición de La Red y sus infinitas posibilidades de conexión, almacenaje y emisión ha determinado que, además de los formatos tradicionales, aparezcan pluralidad de foros.

Antes (internet se funda en 19694 y google en 19985) estaban los “críticos”. Los Bloom, Pivot o Reich-Ranicki eran personajes públicos y universalmente reconocidos y respetados. Ahora tenemos “opinadores estadísticos” estilo Tripadvisor, Spotify, Filmaffinity e incluso los correctores ortográficos que emiten “opiniones” masivas tipo “megusta”, estadísticamente tratadas con sofisticados programas de “arquitectura de datos”.

El nuevo crítico es un “algoritmo integrador” que, como más reciente criterio de valor, nos dice qué número de “clientes han comprado esto también”, que le dice al consumidor_usuario lo que en el fondo ya sabe.

He aquí la nueva forma contemporánea de crítica: el “asesoramiento algorítmico”.

El “gusto” ya no se construye verticalmente, sino en medio de un griterío.

Opinan, si quieren, los expertos, pero, mientras tanto y desde luego, sí lo hacen los conocedores, los usuarios, los aficionados, los asesores, los comentadores, los opinadores, etc. Y el valor de esta “opinión” es nada más, y nada menos, que  “democrático_estadístico”.

La propia existencia de la figura del “comentador” [el nivel ínfimo de crítico] completa la horizontalización de un medio que era, hasta ahora y desde sus ya remotos orígenes ilustrados, vertical.

Ya no estamos en los tiempos en los que La Crítica era un puente sobre el abismo que se tiende entre la obra y el pueblo. Cualquiera puede ejercer de juez en asuntos de gusto. Y, ¿desdichadamente?, lo hace.

El espacio público, aquella remota “esfera pública”, se ha fragmentado y ya no hay una autoridad que pueda imponer un canon de obligado cumplimiento.

Se está haciendo prevalecer una lógica que, en vez de ampliar nuestros horizontes, no hace más que confirmar nuestros prejuicios.

El consumidor_usuario ha devenido rey. 

¿Existe una tercera vía?

¿Es el “asesoramiento algorítmico” a los usuarios algo intrínsecamente negativo?, desde luego que NO.

¿Hace el “asesoramiento algorítmico” innecesaria La Crítica?, desde luego que NO.

Entre la rigidez pedante y exquisita y la banalidad ruidosa y chabacana, entre la especialización repelente y la generalización vacía, entre la academia y el mercado online hay que crear un nuevo lugar.

Un lugar en el que favorecer el comentario elocuente y la apertura desprejuiciada, alejado de la soberbia y la estupidez.

Un lugar que aúne los extremos: profesionalización y diálogo en la red. Esa difícil profesionalización puede aportarse, si no desde los Medios, sí desde la Institución Académica.

Un lugar para seguir recusando al Poder que ahora adopta la forma hostil de Mercado Global, haciendo visibles las distintas naturalezas de los filtros sin los que, por otra parte y sencillamente, “no podríamos vivir”.

¿Es imaginable un blog de profesionales de la crítica?

Esa clase de lugares para la crítica ya existe. Tomamos ejemplo, de nuevo, en la crítica literaria de la Literatura. Se llama Onlalu.com.  

Una iniciativa que procede de un editor literario, Jean Marc Savoye y la crítica literaria en la edición francesa de la revista Elle, Pascale Frey cuyo arrollador éxito se basa, en razón aportada por sus fundadores, en el despiste que sufre “la gente” cuando quiere leer algo de auténtico valor.

En este orden de cosas, seguir imaginando la función de La Crítica como dictaminadora exclusiva del buen gusto, del canon y de la autoridad sobre lo culturalmente valioso es poco menos que ridículo.

Pero La Crítica sí puede retomar el origen de lo que una vez fue: el juicio de unos expertos que no se limitan a registrar los gustos dominantes sino que irrumpen con propuestas inesperadas, que no se dirigen a sus interlocutores como clientes sino como ciudadanos libres, que no tienen servidumbres culturales o de focos de poder sino con el valor civilizatorio universal y atemporal. Que utilizan las herramientas que proporciona La Red para reducir dos posiciones encontradas: los heraldos de la nueva era crítica online y los que se lamentan de la pérdida de su soberanía individual.

Sin un Estado Absoluto contra el que luchar, con la corrupción generalizada de la opinión sin autoridad vertida en La Red, con la desprofesionalización de los críticos producida por el exceso de mercantilización de los Medios y en manos de la banalización producida por las asesorías algorítmicas ¿hay salida para La Crítica o podemos certificar su defunción?

Sí hay salida.

Sí se pueden seguir haciendo visibles las condiciones de lo que en cada momento se considere como “verdad”, por parte profesionales independientes, amparados por la institución académica, desde la infinita capacidad de emisión que proporcionan los medios informáticos y en diálogo abierto con sus receptores.

Sí se puede imaginar un blog crítico con el presente producido desde la libertad y la independencia.

Este blog, NOPINION, ha nacido al amparo de esta convicción.

  1. Vicente Verdú Maciá (Elche, 1944).- De Babelia a Babelio. Artículo en El País de 4 de mayo de 2013.
  2. Fernando Aramburu Irigoyen (San Sebastián 1959).- Crítica de la crítica. Artículo en El País de 13 de julio de 2013. El texto de Tzvétan Todorov del que Aramburu toma el título es un clásico absoluto en los estudios críticos contemporáneos. El original, Critique de la crítique, en Seuil de 1984, traducido al español en Mote Ávila en 1990.
  3. Daniel Innerarity Grau (Bilbao 1959).- Algoritmos del gusto. Artículo en El País de 2014.02.08.
  4. La primera Red interconectada nace el 21 de noviembre de 1969, cuando se crea el primer enlace entre las universidades de UCLA y Stanford por medio de la línea telefónica conmutada.
  5. Larry Page y Sergey Brin registran el dominio “Google” el 15 de septiembre de 1997 y fundan, el 4 de septiembre de 1998, la compañía Google Inc., que estrena en La Red su motor de búsqueda el 27 de septiembre siguiente. 
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