23 junio, 2016
Aldo Manuzio y el Renacimiento en Venecia.
Aldo Manuzio. El renacimento de Venezia, está patrocinada por el Comité para el V° Centenario de la muerte de Alduo Manuzio y el Ministerio de Patrimonio, Cultura y Turismo con la Galería de la Academia de Venecia , los principales socios donantes del Fondo Mundial de Monumentos , en memoria de George y Vera Kaestlin–Bock. (19 Marzo – 19 Junio)
Aldo Manuzio (1449 – 1515) es el editor más importante del Renacimiento, no sólo de Venecia, ni tan siquiera del Renacimiento italiano: Manuzio es el editor por antonomasia de ese período del Humanismo europeo que, en el campo de las Bellas Artes y de la Arquitectura, denominamos Renacimiento.
Manuzio no es veneciano, llega a la ciudad ya maduro. A él se debe esa frase, que hoy se puede aplicar a Nueva York: “Venecia es un lugar que es un mundo entero más que una ciudad” (“luogo più simile a un mondo intero che a una città“), en el prólogo a las obras de Poliziano. El apellido viene de Mandutio (“Mandutius”) y él mismo lo escribe de diferentes maneras; Mannuccio (“Mannuccius”), trasformado en el 1493 en “Manucius” y después de 1497 in “Manutius”.
Nace en Bassiano, un pueblo del Lacio, en el ducado de Sermoneta. Estudió en Roma (1467-75) bajo la tutela de Domizio Calderini, amigo del cardenal Bessarion. Luego marcha a Ferrara, como alumno de Battista Guarini, y en 1489 se traslada a Venecia. Llega aquí atraído por una ciudad en la que vivían muchos exiliados griegos, con bibliotecas llenas de códices antiguos como, por ejemplo, la colección del cardenal Bessarion donada por él a la República en 1468 con el objetivo de crear una biblioteca pública.
Manuzio iba en busca de la Grecia antigua y la encuentra en Venecia filtrada por la cultura de Bizancio. Aquí publica su propia gramática latina Institutiones grammaticae Latinae, estampada el 8 marzo de 1493 por Alberto Torresano. En 1494 nace su propia editorial: la Stamperia Aldina, con ese acertado “escudo de impresor” (hoy decimos logotipo) que representa un delfín enroscado en la caña de una ancla. Su primera impresión es la gramática griega llamada Erotemata de Constantino Lascaris (1434-1501), estampada entre febrero y marzo de 1495.
Entre 1495 y 1515 Manuzio estampó más de cien ediciones, libros de singular belleza, que divulgaron lo que conocemos por Humanismo y Renacimiento. Manucio inventó el libro tal como lo conocemos hoy, la profesión de editor, y sobre todo creó para el libro un público nuevo.
Escudo de Impresor (logotipo) de La Stamperia Aldina. En la 2ª edición de la Comedia de Dante, con mesas de madera (tavole xilografiche), 1515.
No es la primera exposición dedicada a Aldo Manuzio. En 1994 se celebró una excelente muestra, muy de bibliófilo, de los 500 años de la Imprenta Aldina en la Libreria Marciana de Venecia; ahora en 2016 se celebran los 500 años de la muerte del editor el 6 de febrero de 1515 en la Galleria dell’Academia con una excelente exposición que no sólo recorre la vida de Manuzio a través de los libros impresos en su editorial sino también a través de su recepción en otras esferas como el mundo de la gráfica, de la tipografía o de la gran pintura veneciana.
Encontramos en el nuevo espacio expositivo de la Academia, en la planta de la calle, más de 100 obras entre pintura, esculturas, libros y grabados. Los comisarios han sido Guido Beltramini (director del museo Palladio), Davide Gasparotto (de la Getty Foundation) y Giulio Manieri Elia (director de la Galleria dell’ Academia). No sólo podemos ver los bellos libros de Manuzio, sino también el contexto en el que se producen y la recepción que obtienen. Podemos ver obras de Giovanni Bellini, Carpaccio, Cima, Lorenzo Lotto, Giorgione, Tiziano, las esculturas de Tullio Lombardo, los grabados de Giulio Campagnola, o las fundiciones del Riccio.
Se presenta también uno de los tacos de madera del grabado de Jacobo de Barbari de 1500, esa vista de pájaro de la ciudad, Veduta di Venezia a volo d’uccello (realizada en grabado en madera con estas medidas 1345 × 2820 mm) cuando aún no había globos aerostáticos, ni zeppelín, ni avionetas y que es prácticamente perfecta. También encontramos el dibujo en pergamino de Leo Battista Alberti sobre “el orden de las letras”, realizado hacia 1435 (hoy en la Biblioteca Moreniana de Florencia), previo a la aparición de la imprenta.
Así mismo se documentan las visitas a la ciudad de extranjeros como Alberto Durero, Erasmo de Rotterdam o de Luca Pacioli. Es una exposición sobre cómo el libro (tal como lo conocemos hoy) cambió el mundo y por qué ello se produjo en esta ciudad a medio camino entre Oriente y Occidente. La exposición termina con cuatro cuadros de principios del XVI: dos retratos de hombres, de Tiziano y Parmigianino, y dos de mujeres, de Palma El Viejo y de Lorenzo Lotto. En los cuatro aparecen los representados con libros de Manuzio.
Arriba izq: Giovanni Bellini. Alegoria, Melancolia. 1490 circa. Pintura sobre madera 33,5 × 22 cm. Venezia, Gallerie dell’Accademia
Arriba dcha: Tiziano Vecellio. Ritratto di gentiluomo (Iacopo Sannazaro?). 1514-1518 circa. Tela; 85,7 × 72,7 cm. Londres, Royal Collection Trust
Abajo: Jacopo de’ Barbari. Veduta di Venezia a volo d’uccello. 1497-1500 matriz de madera de peral; 700 × 1000 × 30 mm. Venecia, Fondazione Musei Civici di Venezia, Museo Correr. 1500 grabado madera seis bloques; 1345 × 2820 mm. Venezia, Fondazione Musei Civici di Venezia, Museo Correr.
Sus libros, como documentan y muestras estos cuatro cuadros, fueron objetos de belleza, objetos de referencia, y lo que hoy llamamos fashion accesories. Como ha escrito Cesare De Michelis, es una exposición “sobre los dones que produce un libro” (è una mostra sui doni del libro). La exposición presenta un allestimento, una mise en page, que cierra ese ciclo abierto por los libros de Manuzio y tal como los italianos sólo son capaces de hacer.
Los libros de Manuzio son excelentes objetos, de impresión y de tipografía (por ejemplo, la cursiva itálica, las letras talladas en los bloques móviles por Francesco Griffo, también por sus generosos márgenes) pero sobre todo excelentes objetos por su elegancia.
Quiero subrayar aquí dos aspectos de estos libros: la utilización de la itálica, más que como un tipo de letra como un estilo; y uno de los tamaños introducidos por Manuzio, il tascabile, el nuevo formato llamado enchirridi, de enchiridion (manual en griego), el actual libro de bolsillo.
Los libros de la Imprenta Aldina
Poco después de llegar a Venecia Manuzio se asocia con Andrea Torresano (1451-1528), un impresor local. Venecia tenía entonces ya 150 imprentas, es decir, era la meca europea de los libros y panfletos, entre los canales se producía más de un tercio de los libros estampados en Europa. Su primer trabajo con Torresano, como ya he señalado, fue una gramática Institutiones grammaticae Latinae. Torresano, había comprado en 1479 la tipografía del francés Nicolas Jenson. Con la ayuda económica de Pierfrancesco Barbarigo, hijo y sobrino de dogos o gobernadores locales, Manuzio empezó publicando en griego, luego en latín y en italiano. Su primer libro fue la gramática griega, Erotemata, instrumento vital para aquellos humanistas que querían sumergirse en la lectura directa de los clásicos. El libro de Lascaris, que había escapado de la toma de Constantinopla en 1453 y se había refugiado en Milán, como profesor de la hija del duque Hipolita Sforza, para la que lo había escrito en 1476, estaba corregido por Angelo Gabriel y Petro Bembo. Después vienen las obras de Aristóteles, completadas en 1498 en cinco volúmenes in folio. Así como los Adagios de Erasmo de Rotterdam, un compendio de aforismos griegos y romanos, que fue el primer best seller de la época. Erasmo vivió en casa de Manuzio todo un año antes de publicar los Adagia.
Adagia de Erasmo de Rotterdam: Erasmi Roterodami Adagiorum chiliades tres. Venecia, Aldo Manuzio, IX 1508, 2°. Tours, Biblioteca Municipal
El griego se impuso ampliamente en la producción editorial de los primeros cinco años (1495-1500) de la Imprenta Aldina. Además de los cinco volúmenes de Aristóteles, que satisfacían las necesidades de la Universidad de Padua, la producción se encaminó hacia textos filosóficos y científicos más que de literatura. Pero también publicó el libro de Francesco Colonna Hipnerotomachia Poliphili con 172 grabados tallados en madera.
En 1501 publicó las Eglogas Bucólicas de Virgilio y también los Idilios de Teocrito, A Manuzio le encantaba la poesía pastoral antigua, una poesía que abre la mirada al concepto de paisaje, término que viene de paese, y paesaggio, términos que fueron usados en primer lugar en el idioma veneciano de ese momento para describir las salidas o excursiones a la naturaleza. No es casual que de ese mismo año sea la Tempestá de Giorgione y otros cuadros de Tiziano, Gallo y grabados de Giulio Campagnola, presentes en la exposición.
Domenico Gallo. Mappa con villa e broli della famiglia Giustinian in Roncade. 1536. Tinta y acuarela sobre pergamino: 837 × 472 mm. Treviso, Biblioteca Comunale
Después de Virgilio, Manuzio publicó a Horacio, Marcial, Juvenal, Cicero, Lucan, Ovidio, Catulo, Tibul, Propercio Persio y Petrarca. Manuzio agradeció por escrito, en el prefacio de las Bucolicas de Virgilio, de 1501 cosa muy rara, a su tipógrafo, “Franciscus Bononiensis”, comparándolo con Dédalo; luego quitó el elogio en las ediciones sucesivas. Este fue el primer libro impreso en el mundo en su totalidad en cursiva. Francesco da Bologna, también llamado Francesco Griffo (1450-1518), era hijo de un orfebre, el boloñés Cesare, como lo fue Alberto Durero. Sabemos que en 1470 estaba en Padua abandonando la orfebrería y pasándose al oficio emergente de la época, la stamperia, convertida en industria emergente del siglo, la imprenta.
La tipografía itálica.
El estilo de letras utilizado por Griffo al trabajar con Manuzio deviene conocido en toda Europa como “italique”, “italic”, “italico” (y en España “letra grifa”), o letra cursiva. En el mismo 1501 al publicar la obra de Virgilio, Manuzio obtuvo el monopolio del gobierno veneciano en el uso de la letra cursiva, y al año siguiente también su extensión a la utilización de todos los tipos diseñados por Griffo, lo que contribuyó al deterioro de las relaciones entre los dos, ya que el tipógrafo no recibió nada de los privilegios concedidos a Manuzio. Griffo dejó Venecia a finales de 1502, después de doce años de colaboración con Manuzio.
La cursiva no fue solo un caracter tipográfico, sino un estilo tipográfico. Griffo imitaba un tipo de escritura, la utilizada por la cancillería papal y por los humanistas, caracterizada por una ligera inclinación hacia la derecha. A partir de la distribución independiente de caracteres que era, la cursiva se convirtió en una variante (el “color”, dicen aún hoy los viejos tipógrafos) dentro de las fuentes estándar (el carattere tondo) de la tipografía. La cursiva se convirtió así en el énfasis, en el acento dado a una palabra determinada dentro de la frase, subrayándola, por su inclinación, dentro del discurso. Esta forma intertextual, se ha mantenido en la misma manera en la que Griffo la talló. A raíz de una declaración del impresor francés Firmin Didot, nombrado director de la Imprenta Imperial de Francia por Napoleón, y admirador de Griffo, los historiadores están de acuerdo en reconocer que el conjunto más afortunado de caracteres de la historia de la tipografía, que lleva el nombre de Claude Garamond, no es más que consecuencia de la itálica de Griffo. Didot fue el creador, junto con Giambattista Bodoni, de la clasificación moderna de las familias tipográficas. El nombre de una unidad de medida en tipografía lleva precisamente su nombre: el punto Didot.
La genialidad de Griffo fue tomar algo viejo y convertirlo en algo completamente nuevo: reinventar tecnológicamente una tradición. La cursiva (o itálica o letra griffa) fue grabada por primera vez por él (a partir de la letra humanista cancilleresca, la difundida por la cancillería papal) y que algunos atribuyen al polígrafo Niccolò Niccoli. Griffo regulariza y sistematiza la cursiva para hacer un diseño para una tipografía de imprenta. Esta tipografía ahorra espacio en las impresiones puesto que con ella entran mayor número de palabras por hoja.
Para Manuzio, Griffo creó cuatro series de caracteres griegos, seis de latinos tondi, la cursiva y un intento de caracteres hebraicos. La ruptura traumática con Griffo hizo que Manuzio utilizara siempre las mismas matrices, hasta el punto de recomendar a Torresano también en el último testamento de 1515, el cuidado de los caracteres.
Los libros De Aetna de Pietro Bembo (estampado en el 1495) y la Hypnerotomachia Poliphili (1499), grabados por el miniatore Benedetto Bordon, son considerados los ejemplos más importantes de utilización de la cursiva. En cursiva Manuzio publicó también Cose volgari de Francesco Petrarca (1501) y las Terze rime de Dante Alighieri (1502).
Francesco Colonna. Hypnerotomachia Poliphli. Venecia, Aldo Manuzio per Leonardo Crasso, XII 1499, 2°. Diseño de Benedetto Bordon y Maestro Grifo . Windsor, The Provost and Fellows of Eton College.
Libros de bolsillo.
El tamaño compacto de la itálica permitió la reducción del tamaño de los libros, logrando imprimir volúmenes “in octavo”, es decir, en un tamaño mucho más pequeño que los volúmenes grandes y majestuosas “in folio” (es decir, un papel doblado en dos, cuatro páginas) o los “in quarto” (es decir, de ocho páginas). Manuzio lo llamó enchiridion forma, por el Encheiridion o Manual de Epicteto, uno de los primeros libros impresos en el nuevo formato, fácil de manejar, por ser ligero y poderse llevar con la mano. Con esta tipografía itálica Manucio abarató los costos de impresión, reduciendo el tamaño del libro, ahorrando papel y fomentando su manejabilidad, haciéndolo asequible a la población no académica. Nació así el nuevo formato llamado enchirridi, en la forma que hoy llamamos libro de bolsillo.
Para el semiólogo Umberto Eco, Griffo fue mucho más que un excelente escultor de letras diminutas en plomo, fue el precursor de la publicación popular, el hombre que hizo posible técnicamente «quelle che per l’epoca erano le edizioni economiche, permettendo l’accesso ai classici anche a chi non poteva permettersi costosi volumi infolio” (lo que en ese momento fueron las ediciones económicas, permitiendo el acceso a lo clásico, incluso a aquellos que no podían permitirse costosos volúmenes en folio).
Así nació el libro de bolsillo, il tascabile, el que cabe en el bolsillo del abrigo, el libro que baja de los estantes y se desplaza junto con el lector en su mochila. Los libros que se pueden llevar en la mano. Manuzio convenció, por ejemplo, al condotiero Bartolomeo d’Alviano de que sus pequeños libros se podían llevar a la guerra. Alviano fue un capitán mercenario que se distinguió en la defensa de la República de Venecia contra el emperador germánico Maximiliano. Los venecianos con una grandiosa ceremonia le enterraron en la iglesia de Santo Stefano, en Venecia.
Manuzio -como Ciriaco de Ancona en la epigrafía- fue plenamente consciente de la revolución que estaba despertando. Escribe a Marino Sanuto (el senador que instituyó el ghetto para los judíos en 1515) para dedicarle en 1501 el libro de Horacio, señalando que un libro portátil permite la lectura en su tiempo libre de ocupaciones políticas, mientras que a Alviano le sugiere los libros de pequeño formato en las campañas militares, como el pequeño libro de 1502 que contenía poemas de Catulo, Tibulo y Propercio, que alcanzó tres mil ejemplares de venta.
Siempre supo manejar a las fuerzas políticas en favor de sus ediciones. En marzo de 1513 vio con especial satisfacción la elección como Papa de León X, considerado capaz de promover un fuerte proceso de reforma dentro de la Iglesia y amigo de venecianos, como V. Querini y P. Bembo. Al nuevo Papa, unos meses más tarde, Manuzio le dedicó las obras de Platón con encendidas palabras que, en un momento en que el mundo se estaba expandiendo gracias a los descubrimientos geográficos, era necesaria una comunidad universal de los cristianos y la capacidad de “restaurar las buenas letras “con la ayuda de los” mejores libros “, para difundir las “artes y las artes liberales”.
Pero sin duda Manuzio es una parte importante del florecimiento de Venecia junto con los Carpaccio, Bellini (pintores que los venecianos han sabido divulgar hasta en el mundo de la gastronomía), etc. Pero, como la exposición demuestra, también del Renacimiento, por sus ediciones, por su contenido y su forma.
Vincenzo Catena. San Girolamo nello studio. 1510 circa. Tela; 75,9 × 98,4 cm. Londres, The National Gallery