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19. Kitsch, vanguardia y el arte por el arte
isbn
9788472230118
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Algunos filósofos alemanes, como Hermann Broch (1886-1951) y Ludwig Giesz (1916-1985), fueron los primeros en dedicarse al estudio del interesantísimo fenómeno del mal gusto, de la cursilería y vulgaridad que nos rodea y en darle el nombre de kitsch que, ahora, la crítica estética del mundo entero ha adoptado.
Pocos eran los que hablaban de kitsch cuando Hermann Broch escribió en 1933 Kitsch y arte de tendencia. Es uno de los primeros intentos de definir, o por lo menos, de aclarar este concepto en el arte.
“Quien en arte se limita a buscar solamente nuevas esferas de belleza, crea sensaciones, no arte. El arte está hecho de intuiciones de realidad y sólo gracias a dichas intuiciones la realidad se eleva por encima del kitsch”.
Más tarde, en el invierno de 1950-51 Broch empieza una conferencia sobre el tema, Notas sobre el problema del kitsch, diciendo: “No esperéis definiciones rigurosas y claras. Filosofar es siempre un juego de prestigio con las nubes, y la filosofía estética no escapa a esta regla”.
En el ensayo James Joyce y la época actual, Broch se sirve del Ulises para analizar por qué y cómo una obra de arte deja de ser el simple reflejo del “espíritu de su época” para penetrar en el desarrollo de la cultura posterior con anticipadora realidad, probando así, a pesar de su difícil comprensión, su supervivencia histórica, su capacidad de vanguardia.
“Siempre ha existido un ideal de “arte por el arte”. Todo artista y aun todo artesano honesto contrajo y contrae compromisos con él. No se podía hallar en algo místico. Por el contrario, es una actitud completamente racional…” comenta Broch en El arte a fines del siglo XIX y su no-estilo. Este es un estudio de los mecanismos que provocan una situación de conflicto hostil y violento entre el auténtico arte por el arte y la sociedad burguesa.
La detección del mal en una de sus formas más melifluas y persuasivas. De haber llegado a tiempo a los oídos de Haddid o Gehry gran parte de las mamarrachadas contemporáneas nos las habríamos ahorrado.
“La exigencia ética del artista, como siempre, es producir “buenas” obras y sólo el diletante y el productor de kitsch producen su obra buscando la belleza”.
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