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Jorge Paredes Laos. @jorgeparedeslao.
El Comercio

La Asociación El Oasis se levanta temeraria sobre una pendiente rocosa. Las pequeñas casas de madera, pintadas de verde, azul y naranja parecen pegadas al cerro y suspendidas en medio de la nada. Abajo, una cancha de tierra simula ser una losa deportiva; y más abajo todavía, se dibujan las enredadas telarañas de los cables de luz sobre los techos color cemento de las miles de casas de Huaycán. Después de subir por un empinado y estrecho camino de cascajo ganado al cerro, llegamos a la casa de la señora Mariluz Vásquez Cóndor: un solo cuarto prefabricado de 12 metros cuadrados, donde apenas entran dos camas, una mesa, una cocina y un televisor. Su pequeña hija juega con dos cachorritos blancos como extraños copos de nieve, mientras nos alcanza chupetes de maracuyá para refrescarnos después de la caminata y vencer el calor. Más de 30 grados a esta hora de la tarde. Mariluz vive en este lugar desde el 27 de enero del 2010, cuando se produjo la invasión. Fue una de las primeras en llegar aquí. Entonces no había nada. Al costado de la ladera existía un basural, donde se desmantelaban motos y se refugiaba gente brava. “Nosotros le hemos dado vida a este lugar”, dice.  [+]

 

en General
por isabel.rodriguez el 29 feb

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