31 diciembre, 2015
UN EJEMPLO CRÍTICO. El Claustro Betxí.
Iniciar un proyecto no es más que elegir una perspectiva. Entendiendo esta palabra más allá de su campo proyectivo, es decir en las acepciones usuales de este término latino: como punto de vista desde el cual se considera o se analiza un asunto, y más concretamente como visión, considerada en principio más ajustada a la realidad, que viene favorecida por la observación ya distante, espacial o temporalmente, de cualquier hecho o fenómeno.
No escribo sobre apariciones, tampoco de ideas, de tener buenas o malas ideas, sino de elaborar una perspectiva, una visión favorecida por la observación distante, esta es la que nos interesa en la práctica del proyecto. Constituye en sí misma, el mínimo condensado pre-proyectual, su mínimo cuantitativo.
Resulta así que el punto de vista desde el cual se considera un asunto, es una cuestión determinante. No será condición suficiente para legitimar la calidad de la arquitectura, pero sí necesaria para que la buena arquitectura puesta en obra, pueda ser reconocida, pues la coherencia debe quedar fundida a la calidad de lo arquitectónico.
Esto, que parece una obviedad, es realmente el centro del debate donde queremos fijar nuestra atención. La importancia de tener una adecuada perspectiva en el caso de abordar cualquier proyecto y en este escrito particularmente en el restringido campo de la Intervención Arquitectónica, donde apenas existe crítica alguna salvo sobre la idoneidad de aplicar tal o cual revoco.
Una perspectiva sin reflexión, sin crítica, sin observación distante sino estrictamente metodológica y de mero procedimiento, no es susceptible de producir calidad arquitectónica y esto es lo único que nos interesa.
Perspectiva inmediata:
La Intervención más común, hoy, en nuestro Patrimonio Arquitectónico podemos situarla resumidamente bajo dos modelos de observación básicos:
Primera, una observación proteccionista; no tanto del propio edificio cuanto de su imagen urbana. La Intervención como conservación y escenografía de fachadas, justificada en la congelación de una imagen urbana que supuestamente nos satisface, básicamente la ciudad del XIX. Supone la prevalencia del espacio urbano entendido como un todo, no generado por la singularidad y temporalidad de sus componentes, sino con referencia a la uniformidad normativa generada por el urbanismo moderno aplicada sobre la uniformidad contingente del caserío que se conserva en nuestras ciudades.
La arquitectura heredada y a mantener de la ciudad se circunscribe al lienzo límite de su recinto, al debate de lo público y lo privado y al diálogo exterior-interior. El vacío entre aquellas tapias agujereadas por ventanas y puertas que conforman lo que a la ciudad supuestamente le pertenece se concibe como susceptible de ser rellenado de aprovechamiento privado según las reglas de promoción vigentes en cada momento.
Segunda, una observación pseudocientífica que aborda todo el conjunto arquitectónico y que tras una larga investigación histórica impone la demolición de todo aquello considerado inoportuno a una arquitectura que alguien decide detener en un momento y, así paralizada, se toma como modelo a restituir en la fecha conveniente. Se restituye o reinterpreta en función de los datos obtenidos pero siempre en relación a ese hipotético modelo histórico. De la última piedra puesta con “el mismo estilo” es prolijo hablar y a estas alturas ya resulta inútil insistir en lo que todos estamos de acuerdo, lo arquitectónico no se detiene, no se inventa, se replica constantemente.
Perspectiva distante:
Arquitectura. En algunos edificios su habitar se suspendió, la arquitectura se detuvo temporalmente. En la ciudad, como conjunto, la arquitectura no se detiene y empuja en constante cambio en permanente proyecto. Esta dialéctica entre edificio deshabitado y ciudad desencadena una paciente confrontación en el tiempo. En un primer asalto se imponen las cualidades arquitectónicas del edificio deshabitado. Si su venustas (hermosura, calidad) resulta reconocida en la memoria colectiva próxima, mantendrá el primer envite a su vacía existencia y se mantendrá en pié como recuerdo. Con el transcurso del tiempo solo su firmitas (su consistencia, su firmeza) evitará su colapso, dotándolo de la noble dignidad de ruina. El edificio perdió su utilitas transitoria y mantuvo gracias a su firmitas su fiscalizada venustas.
Alcanzada tal dignidad en un edificio en la ciudad, este se fija como singular referencia. En muchas ocasiones solo una cualidad en principio no significativa a su calidad como arquitectura, como puede ser el tamaño, un tamaño dimensionalmente grande, es lo que va a permitir extrañamente su subsistencia.
El tamaño (grande), antes de era de la máquina moderna, tiene que ver con la triada Vitrubiana en su firmitas y utilitas singulares, en el aprovechamiento del gran esfuerzo humano anterior, lugares religiosos, grandes hospitales, cárceles, edificios militares, de defensa, fábricas etc.
El tamaño (grande) propiciará procesos de fragmentación, divisiones, incluso adosamientos susceptibles de nuevas utilizaciones. Nuevas posibilidades que quedarán siempre relacionadas, sobrepuestas, aglutinadas con la arquitectura, permitiendo el reconocimiento perpetuo de huellas y vestigios del inicial edificio.
Esta energía latente que encontramos en las viejas ruinas de algunos edificios grandes (o no) se nutre solo de calidad arquitectónica, que incluye su propia capacidad de generar cambio y que paradójicamente llega a difuminar su inicial calidad como manufactura y a poner en valor otras cualidades fácilmente medibles en el transcurso del tiempo; cualidades que quedaron relacionadas con el lugar, con su volumen, con su tamaño cómodo para admitir nuevas oportunidades. Así ocurre en buena parte de nuestras ciudades históricas, que son el resultado de un agregado y división constante entre arquitecturas-restos y adiciones-vinculadas.
Así, la calidad de la arquitectura origen es paradójicamente la causante de su aparente disgregación (para desdicha de puristas), pues es la que posibilita su constante transformación en este gran conglomerado autárquico de la ciudad histórica que llega al límite de lo imaginable en el caso de Nápoles, que todos conocéis.
Ciudad de Nápoles.
Esta realidad material es siempre un valor positivo que podríamos enunciar de esta manera; donde no hay calidad arquitectónica no hay posibilidad de generar la dignidad de ruina, donde no existe espacio urbano reconocible y querido, no hay ciudad_agregado y evolución. La ruina cualifica la ciudad.
Nuestra manera de involucrarnos y aceptar este proceso, que es positivo y no una lacra que haya que erradicar, requiere tomar distancia y plantearse diversas perspectivas.
La arquitectura sigue presente por los rincones de toda ruina y en algún momento alguien se ocupará de ella. La mayoría de las veces una huella o un vago vestigio es lo que propone su interpretación en el presente, si esta interpretación carece de visión distante a menudo se transforma en otro discurso, en un mero recurso de nuestra arquitectura de repertorio, materializando una manera de habitar extraña a sus restos, sin continuidad con ese hilo permanente que dimana de las buenas arquitecturas sin tiempo. ¿Qué vocación de ser, de continuarse, de replicarse, de permanecer, tiene lo arquitectónico?
El Claustro del Palau-Castell de Betxí.
El ejemplo que traemos en este texto, muestra esta vocación de permanencia. Se genera sobre una amalgama de edificios adosados y superpuestos, de diferentes tiempos, con distintas materialidades, con significados y usos diversos, un caso común como el mismo desarrollo de la ciudad pero concentrado en unos pocos metros cuadrados.
Esta intervención no es proteccionista de la imagen urbana, admite la temporalidad de su arbitraria y a la vez contingente envolvente.
Esta Intervención, claro está, tampoco es científica, ya que probablemente este edificio nunca fue uno, tuvo varias puertas, tuvo muchos usos, nunca, en mi opinión, tuvo claustro concluido y por tanto no debería haber tenido lugar su restitución total como respuesta histórica.
Hemos creído ver en este ejemplo, un ejemplo crítico, otra perspectiva, una conciliación, un acuerdo entre historia y vestigio, calidad y devenir, sin acudir a las recetas anteriores, con un valioso punto de vista distinto, centrado en lo arquitectónico que confirmo en mi visita a este conjunto a trozos.
Nos interesa esta perspectiva que no queremos entender como fase inicial dentro de un plan director por fases que en diferido también nos llevaría al tipo de Intervención ya señalado que elimina todo el paso del tiempo. Aquí se admite el tiempo y se acoge casi toda la historia del edificio empeñado en seguir produciendo habitar más allá de la contemplación como ruina. La arquitectura que ya no es porque no está, no se interpreta, no se restituye sino que se evoca como este hermoso patio, mediante arquitectura contemporánea con la introducción de este gran vidrio espejo producto de nuestro estado técnico actual.
Recuperación del claustro del Palau-Castell. Betxi. El fabricante de espheras, 2014. Fotografía de Milena Villalba.
La evocación es una capacidad poco utilizada en la arquitectura contemporánea y menos aun en Intervención sobre Patrimonio Arquitectónico que se nutre de reinterpretación como estrategia proyectual. La evocación más allá de la certeza de lo que fue, evocación de lo que aquellas piedras desearon racionalmente llegar a ser. La evocación, como en este ejemplo del claustro del Palau Castell de Betxí, no debe ser literaria sino arquitectónica, material y manifiesta.
La potencia de este edifico, como en casi todos nuestros BIC, está en su agregado de arquitecturas continuas, en sus tectónicas, como específicas de lo arquitectónico, en sus soluciones permanentes. Construcción romana, de alarife hispano, de canteros instruidos a la italiana, de cerámica valenciana, de industria vasca del acero, decoraciones modernistas, rejería de forja ornamentada. Romano, románico, islámico, renacentista, gótico, ilustrado, romántico, modernista. En sus agregados técnicos: bóvedas de medio punto, arco apuntado imponente de ladrillo, fustes, capiteles, arcos carpaneles de piedra bien labrada, decoración de tratado culto y dintel abocinado de prodigiosa estereotomía en su puerta, dovelas del románico. Esquina de baluarte para pieza de artillería. Arcos de medio punto de ladrillo ornamentado con galería de vidrio y acero bilbaíno. Su vigor, también en la superposición de usos: Fortaleza, defensa, pósito, fábrica, palacio, casa, casona familiar, cine, ocio.
El claustro antes y después de la recuperación. 2014. El fabricante de espheras. Forografías de El fabricante de espheras & Milena Villalba respectivamente.
Arquitectura continua, almacén de arquitectura en torno a un patio como metáfora de Arquitectura sin arquitectura, patio y solo ahora claustro evocado, claustro que nunca fue, que ahora se nos revela y nos pone de manifiesto, seguramente lo que nadie vio, pero sin duda era la última vocación de este edificio como arquitectura llegar a ser domus, casa patio, claustro hermoso y culto y solo ahora después de 600 años esto se ha puesto de manifiesto.
Nos gustaría distanciar esta obra de una obra de autor, de una casualidad singular y única y aproximarla a una perspectiva común y compartida en este campo de trabajo. Una evocación racional y crítica como respuesta a determinadas obras de Intervención en Patrimonio Arquitectónico. Confiamos que en sus siguientes fases se proceda con la misma inteligencia sin falsear la historia y fijarla en un instante pasado inexistente.
En atención a toda la cultura y al tiempo transcurrido que es aceptación, acogimiento de toda esa instrucción arquitectónica depositada en este aglomerado, nada puede quedar erradicado, eliminado sino expuesto, valorado, experimentado. Hemos paseado por un claustro construido por los habitantes del mundo de Alicia, que nos ha sido revelado gracias al buen hacer de los fabricantes de esferas.
El claustro recuperado. Fotografía del autor.
Os dejo página para conocer la obra y sus autores: EL FABRICANTE DE ESPHERAS