22 diciembre, 2016
PLIEGOS POR LA REGIÓN DEL AIRE
El pasado 28 de julio, se murió el arquitecto y colaborador en este blog Lucho Miquel (Luis Miquel Suárez Inclán), y, siguiéndolo de cerca, el pasado 9 de octubre, su amigo, el también arquitecto José Antonio López Candeira. Antonio Fernández Alba dedica este escrito a recordar (traer al corazón), rememorar (traer a la memoria) y evocar (traer a la voz) su vida y sus obras.
Universidad Laboral de Vigo. José Antonio López Candeira, 1974.
Qué tendrá que acontecer esta partida, partida final, que nos reúne hoy aquí para evocar el recuerdo de dos amigos, compañeros de oficio, los arquitectos Lucho Miquel y José Antonio López Candeira.
Qué acontecimiento interior se confabula en nosotros para recorrer el cauce de tan lejanos recuerdos, junto a un vacío silente que nos revela la época madura de su dilatada vendimia.
Espacios y tiempos compartidos en los bordes de la Escuela, edad en fiesta, y siempre abierta a la ingenua utopía de fundar ciudad; en los bordes de la Escuela se encuentra, no la categoría de las cosas, sino los primeros acontecimientos de dar forma a esa inaudita profecía, máxime en un tiempo viciado y dolorido que soportaron con vital presencia nuestros amigos aquí recordados.
Soportaron, sufrimos, años de lacerante mediocridad estabulada, como habitantes de un planeta desconocido para nuestra edad y sobremanera para delinear las esferas de nuestro tiempo. Los amigos Lucho y Candeira, acompañados por los secretos que solo deparan la razón y la emoción en sementera, abrieron los surcos para sembrar la semilla crítica desde sus itinerarios personales; la libertad que soporta una moral digna y con tal bagaje acotar el proyecto de un nuevo imaginario de los lugares de la arquitectura, frente aquel binomio que postulaba la retórica imperial o el historicismo folklórico que cubría de bálagos los eriales maltrechos de nuestra geografía posbélica.
Sin descender a perfiles biográficos, ya celebrados, Lucho y Candeira, creo percibir, constataron como proyecto profesional, que la construcción del espacio de la arquitectura no es el ámbito real o lógico en el que se disponen las cosas, sino el medio, el medio que hace posible la posición de las cosas en el espacio de lo colectivo y, con tan comprometido relato, jalonaron los afanes de su oficio junto a una crítica ética, radical y global del acontecer heredado.
Lo hicieron con la emoción, a veces, de un pensamiento fuego que destruye y crea en renovación constante de la materia donde habita el discurso moral y la morada de los otros.
Queridos amigos, que vuestro recuerdo como rumores del viento, navegue por las regiones del aire.
Residencia universitaria San Juan Bautista ‘El Johnny’. Luis Miquel Suárez Inclán, 1966.