Grupo de investigación de Crítica Arquitectónica ARKRIT / dpa / etsam / upm

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Sobre ARKRIT

El Grupo de Investigación ARKRIT se dedica al desarrollo de la crítica arquitectónica entendida como fundamento metodológico del proyecto. El ejercicio crítico constituye el principal gestor de la acción proyectual hasta el punto de que puede llegar a identificarse crítica con proyecto.
Si se considera que el objeto de la crítica no es el juicio de valor sino el estudio de las condiciones propias de cada obra, en relación a otras obras de arquitectura, en relación a otros campos del conocimiento y en relación a otras posibles teorías alternativas, podemos obtener de ella una imagen final flexible y abierta que permita tanto su comprensión veraz como la apertura a nuevos caminos en el curso de la arquitectura.
El Grupo de Investigación ARKRIT se constituyó en 2008 bajo la dirección del catedrático de Proyectos Arquitectónicos D. Antonio Miranda Regojo-Borges y, además de proyectos de investigación, entre las actividades del grupo se encuentra la dirección de tesis doctorales, así como una participación activa en el máster de Proyectos Arquitectónicos Avanzados (MPAA) desde el Laboratorio y el Taller de Crítica y coordinando numerosos Trabajos Fin de Máster.

Dónde estamos

ARKRIT - GRUPO DE INVESTIGACIÓN DE CRÍTICA ARQUITECTÓNICA

Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid
Departamento de Proyectos Arquitectónicos
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Ciudad Universitaria 28040
Madrid - España

E-mail: arkrit@arkrit.es

 

 

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2 julio, 2014

MISERIA KITSCH EN LA ARQUITECTURA UNIVERSITARIA

Antonio Miranda

Se llama “idealistas” a los filósofos que, no teniendo conciencia más que de su propia existencia y de las sensaciones que ellos mismos perciben, no admiten la existencia de ninguna otra cosa: sistema extravagante que no podría –me parece- deber su origen más que a la ceguera; sistema que, para vergüenza del espíritu humano y de la filosofía, es el más difícil de combatir, aunque es el más absurdo de todos.

(D. Diderot escribe contra el irracionalismo y el idealismo subjetivo-solipsista del obispo G. Berkeley)

 ARQUITECTURA Y PREMIOS NOBEL.

Con esta cita ilustrada queremos señalar a tantos edificios falsamente universitarios que infectan de oscurantismo y de eclecticismo historicista tantas instituciones docentes. Así, las más importantes universidades norteamericanas, pueden presumir en su nómina de varios Premios Nobel y tal mérito debe reclamar para sí el máximo respeto. Pero en su mayor parte se trata de premios científicos cuyos trabajos no suelen ser gravemente dañados por la inferioridad, indignidad o bajeza de la arquitectura que acoge su investigación. Pero la estética crítica prefiere referir el asunto que aquí se trata al conjunto del conocimiento avanzado y levantado sobre la Razón. En los campus que comentamos -por contraste- la irracionalidad formal de la arquitectura se hace más evidente y obscena. Además, en relación a los méritos galardonados,  sabemos que el valor crítico de cualquier premio puede ser muy escaso como garantía de calidad. Así, el fracaso crítico del Premio Nobel es muy amplio.

Marcel Proust y James Joyce

Marcel Proust y James Joyce

Desde 1901 hasta 1927 en que recibe el premio T. Mann, el panorama literario Nobel es poco superior a la medianía. Ni Tolstoi, ni Kafka, ni Valle, ni Lukacs, ni Brecht, ni Proust, ni Joyce,… y después ni Strindberg, ni Rushdie, ni Weiss, ni Bernhard, etc. -por poner algunos ejemplos- lo recibieron. En 1963 se debatió el premio entre dos grandes poetas Neruda y Auden; al final el premio recayó en un poco significante G. Seferis. Quizá el mayor desprestigio para el Premio Nobel llegó cuando se supo que -por financiadas presiones de la CIA en plena Guerra Fría- le fue concedido al folletinesco anticomunista Boris Pasternak. Entonces, ¿en qué medida nos puede servir el nórdico baremus cuando ya no puede ser garantía de auténtica calidad? Porque, así lo declaman también las mediocres obras de Hamsun, Echegaray, Bergson, Benavente, Churchill y tantos otros cuya producción literaria podría desaparecer sin daño para nadie. El raro y escaso Genus -para E. Pound- se refiere al juicio de calidad no errático: la obra de literatura debe ser juzgada por su cantidad de calidad literaria; la obra de arquitectura es valiosa en la medida de su calidad arquitectónica, etc. En alusión a esa calidad genuina, Kafka -dice Eagleton- nos parece mucho mejor que Paulo Coelho… y sabemos con firmeza que son pocos cientos el número de las obras literarias que merecen ser recordadas.

Pero el fiasco crítico (acrítico) puede no terminar ahí. También los Nobel deben cargar con su cuota de sangre y terror; porque, entre otros, los economistas F. Hayek y M. Friedman recibieron su Nobel de Economía. ¿Dos premios científicos?  De nada sirvieron las protestas de la razón. Ambos economistas neoliberales (ultraliberales) además de cómplices e inspiradores de sangrientos golpes de Estado contra democracias progresistas, con sus premiados textos han sido una parte fundamental en la ideología que desencadenó la crisis mundial de 2008 que aún sigue extendiendo el dolor y el sufrimiento entre los pobres (la mayoría) de los habitantes de nuestro planeta común. Por el contrario, podríamos asegurar -con un mínimo margen de error- que si alguien recibe un premio de importancia internacional es porque jamás ha escrito una sola palabra para denunciar la abismal desigualdad de renta entre las personas del planeta. (Véase por ejemplo el Índice Gini).

PRITZKER: EL NOBEL DE LA ARQUITECTURA.

En similar sentido, si evaluamos los famosos premios Pritzker y la trayectoria de buena parte de su jurado, entenderemos porque los peores periodistas de provincias aciertan cuando hablan del Pritzker en tanto que “Premio Nobel para la Arquitectura”. Porque, en efecto, en gran parte viene a ser el Nobel de la arquitectura artística, es decir: inauténtica, romántica o novelera. La fácil opinión de J. Pallasma -ese discípulo de Berkeley, pleno de idealismo sentimental, sensitivo y sensualista- parece haber inspirado  las propias bases del premio Pritzker: allí se habla del “Arte de la Arquitectura”. Con semejante premisa preilustrada ya podemos imaginar los resultados: consabidos, cómplices, acomodaticios, anacrónicos, comerciales, oportunistas, aclamados, etc. Una arquitectura que apesta a arquitectura. De premio Prizker pueden presumir, por ejemplo, P. Johnson o R. Venturi…

Princeton University, Scully Hall

Scully Hall (1995-98), Princeton, Nueva Jersey. Jorge Silvetti.

En los últimos años -lamentablemente olvidados Gropius y Sert- con decanos como J. Silvetti, Harvard se acerca al Premio Pritzker de arquitectura. Silvetti (1998) es el autor del muy premiado Scully Hall -en Princeton- un neogótico con mansardas adosadas a dos aguas, donde no faltan saeteras, frontones y una Torre de Homenaje quizá espadaña. En las mejores universidades de E.E.U.U. pletóricas de refritos de un pasado fingido, una  parte de su “arquitectura” reproduce estilismo académico, kitsch maligno, clasicismo rancio, tipología manida: lacras cargadas de instintos emocionales y fantasías quiméricas y, por tanto, exentas de razón, vacías de imaginación utópica, propiamente arquitectónica.

PALLADIANISMO Y FALSEDAD.

Como explican certeramente Bentmann y Muller, la villa palladiana es un revival clasicista doblemente falaz: como falsa arquitectura y como falsa conciencia o ideología. El palladianismo alimenta con pastiches del Cinquecento los pastiches rituales del siglo XVII, XVIII Y XIX. Desde el Barroco hasta casi hoy mismo (Véanse Lutyens y Krier por ejemplo), en las mansiones de los grandes delincuentes financieros internacionales pasando por otros muchos crápulas y magnates, las formas palladianas siempre han intentado legitimar la dominación y el atropello colonial, imperial, etc. El palladianismo litúrgico (normalizado con el amasijo de un Clasicismo Romántico) ha servido y aún sirve para legitimar artísticamente el saqueo, la desigualdad, la explotación, la esclavitud. Los pomposos órdenes, las heróicas escalinatas, los frontones y balaustres, las galerías de estatuas con sus símbolos de la Antigüedad y del dominio imperial han sido utilizados para consagrar sacrílegamente a cada nueva generación de nuevos ricos genocidas. Hablamos de la arquitectura falsa, irracional y reaccionaria al servicio del Mal.

También para los ignaros postmodernos de los tiempos recientes –esos todavía defensores del “Lenguaje” el “Estilo”, el “Relato” y el “Tipo” aplicados a la arquitectura- parece evidente que las grandes mansiones de los advenedizos de clase, negreros y rastacueros norteamericanos debían ser neopalladianas. No en vano Palladio con sus columnatas, frontones y simetrías realiza el más eficaz panegírico del Poder reciente. Desde Inglaterra en el siglo XVII con “grandes arquitectos” como Ch. Wren o I. Jones hasta los EEUU –de Norte a Sur, de Este a Oeste- en el estado Boer, en Indochina etc., el modelo típico colonial prosigue y persiste en el pastiche del pastiche palladiano. Desde las mansiones Junker y de la alta burguesía centroeuropea, hasta las imposturas palaciegas de la “nobleza” bancaria y financiera toman esa misma herencia podrida y espuria. Sin una mínima formación a la vez estética, ética y epistémica estamos condenados al irracionalismo cómplice y a la falsificación culpable.

ARQUITECTURA UNIVERSITARIA EN EEUU.

En similar sentido -aunque disimulados, no por ello menos barbarizantes- los edificios universitarios en USA exigían el fasto áulico, suntuoso y arquitectónicamente falsificado por lo que durante más de doscientos años –basados en el revival historicista- han fluctuado entre el neorrománico y el neogótico, entre lo medieval y lo victoriano, sin olvidar al tan integrado e integrista paisajismo romántico: entre lo naturalista y lo pintoresco. Ambigüedad oportunista e ignorancia vienen a construir una suma de “valores” que reniegan de lo que debiera ser una auténtica universidad. Símbolos vetustos y alegorías falsarias se acomodan al mal gusto criselefantino de la monarquía británica: así, los think-tanks departamentales que trabajan al servicio de la guerra, del ultraliberalismo y de la seudodemocracia embellecen y disfrazan una realidad patriarcal y capitalista rapaz que necesita la falacia para mantenerse: en rigor no son “tanques de ideas, sino de ideologías al servicio de la falsa conciencia.

04_H Richardson - Thomas Crane Public Library (1880)

Biblioteca pública Thomas Crane (1882), Quincy, Massachusetts. Henry Hobson Richardson.

Habrá quien acuse al pedregoso H. Richardson por haber puesto las rocosas y ciclópeas bases de la repulsiva arquitectura que adorna tantos de los  “mejores campus universitarios del mundo”. Y lo cierto es que, en gran parte, su obra hoy podría ser calificada de refrito. Pero los fúnebres ejemplos de que hablamos aquí son también anteriores a Richardson. Bodrio, revoltijo y centón -del kitsch inmortal- viven en unos edificios que nacieron muertos bajo su ambientación de cine comercial con niños magos. Richardson exhibe una arquitectura modernista escenográfica que rezuma arquitectura artística, esto es: falsa. Siempre recordaremos a A. de la Sota cuando decía -alcanzando la mejor modernidad constructivista- que construía casi sin Arquitectura.

La gran arquitectura auténtica -tan escasa en todo tiempo y lugar- implica una síntesis de Verdad y Excelencia: los griegos dirían una combinación de Aletheia + Areté. Por el contrario, en aquellas famosas universidades la falsificación se encuentra acompañada de banalidad, de ceguera e irracionalidad. G. Berkeley negaba la existencia de la realidad material. Nunca una idea tan estúpida ha proporcionado tanto relativismo, tanto nihilismo cínico postmoderno y, en consecuencia, tantos dividendos a la mafia financiera de “los mercados”.

03_Berkley Campus

Campus de la Universidad de Berkley (Concurso de 1898 ganado por Émilie Bénard pero llevado a cabo por John Galen Howard), California. 

Pero no solo hablamos del “campus” de Berkeley donde -para sintonizar con la filosofía del siniestro obispo que da nombre a la universidad- cualquier engañoso engendro gótico-jónico hubiera podido ser legitimado desde el mercantilismo rectoral. También las universidades (inciviles, marginadas y expulsadas de la ciudad) de Harvard, Stanford, Yale, Columbia, Princeton… y otras muchas, padecen el contagio historicista y retrógrado por el que estudiantes y profesores respiran, reflexionan e investigan bajo esas pétreas presencias ominosas. El academicismo romántico se ajusta así a la academia privada, al siempre antiestético negocio de la docencia. Pero cualquier clima intelectual sensible no puede ser inmune al influjo de un panorama ideológico Modernista es decir: cursimente antimoderno y fetichista que, a modo de Museo de Cera, glorifica lo “zombie”.

HORRORES UNIVERSITARIOS.

Los más putrefactos cadáveres arquitectónicos se pavonean solemnes -hierática, arcaica y palurda simetría- por aquellos “campus”. El Horror (en su triple sentido: ético, estético y epistémico) se manifiesta sobre todo en esa amalgama enmohecida  y nietzscheana (o wagneriana), con el idilio entre Neoclasicismo y Romanticismo: una deplorable adherencia entre la pastelería neoclásica y la novelería romántica. En esos horrores de megakitsch se combinan -como acabamos de repetir- la maldad, la fealdad y la falsedad en un monumentalismo homicida que todavía, en el siglo XXI, defiende el fantasma de A. Speer alentado por las fantasmadas de Leon Krier.

Solemnidad, majestad, simbolismo, dignidad, esplendor,  deificación, grandeza, magnificencia, y otros atributos similares han sido saqueados –desde hace siglos- a la historia por la clase burguesa. Los arquitectos-ideólogos como Palladio se han enriquecido con ese trabajo de proporcionar una gloria postiza, una vitola, una etiqueta, un marchamo de pasado glorioso, un abolengo aristocrático, una solera medieval al nuevo burgués: al banquero rapaz, al negrero sin alma, al gran traficante, al obispo decadente. La nueva y minúscula clase propietaria, rapaz y parasitaria -que ha sustituido a los viejos señores feudales- está compuesta por grandes financieros y grandes mafiosos multinacionales. Esa oligarquía elige e impone –desde el siglo XVI- una ideología arquitectónica que pueda legitimarla por medio de  fantasías heráldicas, de propagandas mitológicas y otros blufs  culturales. Así, también en las aulas y de modo principesco se fingen nobles actividades revestidas de apariencias divinas o sobrehumanas en tantas de sus edificaciones. Se trata –por medio de la arquitectura- de un lavado de imagen, para consolidar la injusticia existente, y seguir legitimando la explotación… o, con palabras del poeta Maiakovski, el carácter rapaz de la vida norteamericana.

Frontones, escalinatas y simetrías convertidos en símbolos de majestad; acroterios (con estatuas de héroes muñecones y gigantes) dentículos que aumentan con su cantidad escalar la cualidad de pasado glorioso. El lujo exagerado y ostentoso (conspicuous comsumption, de Veblen) se traduce automáticamente en ideología que consolida el inelegante estatus de dominio: el saqueo ejercido por unos pocos sobre los más débiles y desprotegidos del planeta.

Aquellas añejas imposturas edificadas vienen a ser el diván en que se resuelven los complejos de clase que la Gran Burguesía necesita eliminar su mala conciencia. Para ello destila falsa conciencia mineral, ideología cristalizada, arquitectura “con mayúsculas” cuyas nostalgias de un pasado propio imposible, medieval, neogótico y fantasmal sobreviven bajo la decrépita parafernalia monárquica y palaciega que infecta casi todos los campus de la Liga de la Hiedra.

No son muy distintos, al respecto, los interiores asfixiantes, las decoraciones recargadas, los ambientes mefíticos y saprofíticos entre los que se mueven con frecuencia los monarcas europeos y sus familias. Del Barroco kitsch en el siglo XVII al Kitsch Rococó del siglo XXI la mala forma (en vestidos, muebles, lámparas, alfombras, fachadas etc.) es, además, nido de gérmenes, pero no solo gérmenes orgánicos sino sobre todo propios de otra patología estética, filosófica y moral. Se trata de formas y espacios que construyen toneladas de inane cultura nacional, pero muy escasos gramos de civilización universal y panhumana como la que necesitamos para acabar con el gran saqueo ejercido contra la  humanidad sufriente.

BELLEZA, HISTORIA Y PREMIOS.

A la vez antievangélico y antimarxista, (es decir: modernista o antimoderno) el peor pragmatismo pagano, utilitarista y ultraliberal viene a ser el rebuzno filosófico que legitima los crímenes globales del capitalismo. Este  mismo discurso oportunista es, también, un gran transformista que domina todo género de disfraces (también el arzobispal) en el guiñol acrítico de los últimos doscientos años. Decía Marx que para entender la Historia de Roma era necesario estudiar la composición de la propiedad del suelo en la Roma antigua. En igual sentido, nosotros no llegaremos a entender con plenitud el documental de Oliver Stone sobre la historia norteamericana sin entender el valor ideológico de la “más bella” arquitectura universitaria norteamericana. Con esa misma condición quizá comprendamos también a C. Levi Strauss cuando nos recuerda que los Estados Unidos han conseguido recorrer el camino de la barbarie a la decadencia sin pasar por la civilización.

Mientras tanto y a la espera de las primeras demoliciones autocríticas por parte de las autoridades académicas norteamericanas, nosotros aquí solicitaremos dos Premios Fin de Carrera: 1º Premio: Un curso de diseño en Berkeley; 2º Premio: Dos cursos de diseño en Berkeley.

//////////   Referencias bibliográficas   //////////

T. Adorno. Teoría Estética

M. Horkheimer. Dialéctica de la Ilustración

T. Veblen. Teoría de la Clase Ociosa, y la arquitectura en tanto que protagonista del Gran Consumismo ilustre, insigne, fulgurante, a la vez que ostentoso, renombrado y vulgar.

M. Muller y R. Bentmann. La Villa como Arquitectura del Poder. Dialéctica que mira hacia adelante entre las Utopías comunistas (Moro o Campanella) Vs. Las retrógradas miradas hacia atrás en forma de Ideologías de la Villa (Barbaro, Cornaro, Palladio etc.) al servicio ideológico de Gran Burguesía naciente.

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