
11 septiembre, 2014
LUZ NORDESTE
Sabemos que toda reclamación es inelegante: Jesús de Nazaret –el gran maestro de estética- nos dice: Si tu hermano se queda con lo tuyo, no se lo reclames. (Lc. 6-30). En efecto: la reclamación es género vulgar, pero quizá tolerable frente al sanguinolento nacionalismo burgués. En efecto: muchos pequeño-burgueses chauvinistas catalanes se quieren independizar de España: se quieren ir. Por eso damos la voz de alarma: Atención: ¡PORQUE SE QUIEREN IR SIN PAGAR!
PRESTIGIOS AJENOS
Así es: esos separatistas de estelada y sardana, en mayor o menor medida, se han lucrado compartiendo –gratis- la excelencia ibérica: han rentabilizado el prestigio ajeno, y han vendido durante siglos la presunción de ser compatriotas, por ejemplo:
De los más memorables navegantes: J.S Elcano, F. Magallanes, C. Colón, J. de la Cosa, B. de Lezo; L. Legazpi…
De los más valiosos pensadores: M. Azaña, E. Tierno, C. Paris, G. Bueno, R.S. Ferlosio, A. G. Calvo, J. Ibáñez…
De los mejores científicos: M. Servet, F. de Azara, S. R. Cajal, O. de Buen, J. Rey Pastor, S. Ochoa, F. Cordón…
De los mejores pintores: D. Velázquez, F. Goya, P. Picasso, J. Gris, M. Blanchard, J. Barjola…
De los mejores poetas: A. Machado, M. Hernández, L. Felipe, L. Cernuda, B. Otero, A. Valente…
De los mejores arquitectos: M. S. Arcas, F. Candela, J.S. Oiza, A. la Sota, E. P. Piñero, A. Zaera…
De los mejores novelistas: M. de Cervantes, L. Alas, B. P. Galdós, P. Baroja, R. J. Sender, M. Delibes…
De los mejores cineastas: L. Buñuel, J.A. Bardem, J.L. Borau, M. Camús, L. Berlanga, C. Saura…
De los mejores ingenieros: I. Peral, J. Cervera, L. Torres Quevedo, J. La Cierva, E. Torroja, A. Goycoechea…
De los grandes dramaturgos: F. de Rojas, P. Calderón, F. Lope de Vega, R. Valle Inclán, F.G. Lorca, A. Buero…
ESNOBISMO Y SUPEREGO
Hemos omitido los héroes de moda: cocineros y futbolistas. Pero podríamos extender ampliamente nuestra lista de reclamación: porque, en ella, ni uno solo -de entre quienes encarnan la excelencia avalada en el tiempo- tiene origen catalán. Cataluña -quizá a causa de alguna mezcla de superficialidad y acomplejado esnobismo retro- no ha llegado, no llega, y quizá nunca llegue a colmar, ni siquiera a medias, el volumen de excelsitud de su propio superego nacional. ¿De qué vale –escribe Marx- la opinión que pueda tener un pueblo sobre sí mismo?
Una vez expulsados “les altres” -moros y judíos cuando ambos colectivos estaban a la vanguardia de la humanidad, germinando el Renacimiento- España, siempre sometida “al sable y la sotana”, acumuló calderilla falsa: miles de viscosas Culturas Barrocas: con ellas se establecía una barrera contra la Civilización única, ilustrada, universal y panhumana. Es por eso que en ningún rincón de nuestro país hemos conseguido abandonar del todo esa repulsiva y ornamentada estética churrigueresca, romántica y talibán que desde hace siglos invade el planeta kitsch desde Las Vegas a Vladivostok pasando por la Semana Santa de Sevilla. En el Nordeste -donde tanto abunda esa lacra de floripondio, filigrana y parpayola- sus más altas instituciones sacan pecho y la muestran con un orgullo nacional inexplicable. Visto de otro modo: salvo en Bayreuth -donde Hitler se deleitaba con las fáciles fanfarrias del Parsifal dirigidas por R. Strauss- ¿dónde hay una mayor afición a la Ópera Épica que entre la burguesía del Nordeste? Quizá solo el muy esteta R. Argullol puede ostentar esa pasión en grado más alto.
NACIONALISMO O DISTINCIÓN
El que no distingue, confunde: y la confusión disgrega el pensamiento, ofusca la razón: es –como el nacionalismo- eminentemente separadora esto es, diabólica: el eminente filósofo isabelino F. Bacon Sr. nos recuerda que es más fácil obtener verdad del error que de la confusión. Es inolvidable la ceguera crítica del editor catalán -Carlos Barral- cuando rechazó la obra de Gabo, Cien Años de Soledad. Por el contrario, los elegantes –sin crisis de criterio- eligen lo bien seleccionado o selecto: sin componendas, sin relativismos, sin confusión y, sobre todo, sin pútridos sentimentalismos patrióticos.
Como ejemplos, por sus trabajos para la Civitas, reconocemos los altos valores universales promovidos desde el Nordeste -J. Torres Clavé, J. M. Sostres, M. Sacristán, J. L. Sert, C. Martí, F. F. Buey, L. Goytisolo, J. Marsé… etc.- como hechos que transcienden la estrechez comarcal de una cultura. Cuando una cultura se nacionaliza, termina en un totum revolutum donde nadie se encarga de distinguir los valores auténticos de los falsos valores: la patriotería confunde -por abajo- calidad y mediocridad, siempre que hablemos de “los de aquí”, de “els nostres”. De todas la regiones españolas, pocas tan ricas en patochadas postmodernas como las del Nordeste. Allí, conocidos prohombres y notables de la arquitectura como R. Bofill, J. Muntañola, Rubert de Ventós, O. Tusquets, etc. han oficiado largamente de confusionistas, consagrando frívolamente edificios artísticos o artesanales de las que, a la vez, ocultaban su nulidad arquitectónica. Para que todo encaje en similares vicios, también E. Trías, el filosofador –modernista y postmoderno- de la más enmohecida burguesía catalana es también víctima de sus bajas pasiones sicodélicas y románticas: como cualquier periodista kitsch del A.B.C. incluye a la arquitectura entre las Bellas Artes: ¿Quién, entonces, con mayores méritos para ser galardonado con el folclórico Premio Nietzsche?
Para afilar el criterio, aportamos un dato sobre otro gran bluf de la zona: el hábil ilustrador, convertido por el franquismo en “El genial creador Salvador Dalí”. El gran pintor Francis Bacon Jr. -vástago del ya citado F. Bacon Sr.- en su última entrevista con Ramón Chao, declaró: Debe quedar claro que los rastros de surrealismo que pueda haber en mi obra proceden de las películas de Buñuel, y no del payaso Dalí.
Otro bluf nacional reseñable: MEAM: Museo de Arte Moderno: Otra humillación para el Arte Moderno y para Barcelona. ¿Qué puede entender la divina burguesía –de tan poderosas posaderas- por arte moderno? Allí -quizá por la tan arraigada y cursi pasión wagneriana- se quiere hacer pasar el arte figurativo más miméticamente repulsivo por arte moderno. Una vez más -como en Texas- allí se confunde el Modernismo nacionalista – de enfermizos nenúfares y decadentes jacintos hiperrealistas- con la auténtica Modernidad. Pero la Modernidad es por el contrario vanguardia internacional, ruptura formal, construcción racional, poética abstracta. Modernidad significa estética anti burguesa: repudio de la mímesis almibarada y pringosa: de las viejas y blandas flores marchitas y modernistas: del anacronismo retro al gusto turístico de crucero. Esa frecuente, cómplice y culpable confusión anglosajona entre Modernidad y Modernismo es parte de la superstición que la crítica inorgánica o libre debe combatir: porque esa ignorancia maligna es comparable a la que equipara la ciencia con la doxa, la verdad con la opinión pública, la excelencia con la excrecencia, Picasso con Dalí, o Le Monde Diplomatique con El Mundo: ese palurdo periódico madrileño cuyo nacionalismo -centralista y armado- es aún más zafio que el nacionalismo periférico.
¿NACIONALISMO DE IZQUIERDA?
Hoy, el Honorable y su parroquiana mesnada están en deuda con el resto del país, también por ocultar el abismo insalvable entre Modernidad y Modernismo. Esos nacionalistas, como paladines de la cultureta regional y sus pestiños, fomentan, abanderan y encarnan la Gran Croqueta blaugrana y modernista: su patriotería –como otro adefesio kitsch de Jujol- reniega de la Civilización y, por tanto, de la necesaria Modernidad única, internacional, ilustrada y panhumana. Así, allí, entre unos y otros intentan ocultar, la cruel y desigual realidad de clase, por medio de una fantasiosa fantasmada de frontera. Y entre ellos, son muchos los que ignoran la vergüenza de lucir el oxímoron más absurdo e irracional: el engendro de un imposible nacionalismo de izquierda. Es así como intentan disimular su silencio culpable ante una desigualdad social, entre ricos y pobres, que se ha triplicado en los últimos treinta años.
¡Pedimos perdón ante tantos miles de otros catalanes veraces, inteligentes y cosmopolitas!: pero respecto a los castizos aborígenes del terruño y ante la demencial “izquierda nacionalista” debemos recordarlo: ¡NO SE PUEDEN IR SIN PAGAR! Nuestro amor confederal a Cataluña: Sí; pero –dicho en oriundo-: “¡La Pela es la Pela!”