Grupo de investigación de Crítica Arquitectónica ARKRIT / dpa / etsam / upm

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Sobre ARKRIT

El Grupo de Investigación ARKRIT se dedica al desarrollo de la crítica arquitectónica entendida como fundamento metodológico del proyecto. El ejercicio crítico constituye el principal gestor de la acción proyectual hasta el punto de que puede llegar a identificarse crítica con proyecto.
Si se considera que el objeto de la crítica no es el juicio de valor sino el estudio de las condiciones propias de cada obra, en relación a otras obras de arquitectura, en relación a otros campos del conocimiento y en relación a otras posibles teorías alternativas, podemos obtener de ella una imagen final flexible y abierta que permita tanto su comprensión veraz como la apertura a nuevos caminos en el curso de la arquitectura.
El Grupo de Investigación ARKRIT se constituyó en 2008 bajo la dirección del catedrático de Proyectos Arquitectónicos D. Antonio Miranda Regojo-Borges y, además de proyectos de investigación, entre las actividades del grupo se encuentra la dirección de tesis doctorales, así como una participación activa en el máster de Proyectos Arquitectónicos Avanzados (MPAA) desde el Laboratorio y el Taller de Crítica y coordinando numerosos Trabajos Fin de Máster.

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ARKRIT - GRUPO DE INVESTIGACIÓN DE CRÍTICA ARQUITECTÓNICA

Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid
Departamento de Proyectos Arquitectónicos
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31 julio, 2014

ENVASES DE IDEOLOGÍAS

Luis Segundo Arana Sastre

A propósito del articulo “Miseria kitsch en la Arquitectura Universitaria” de Antonio Miranda Regojo.

Ciertamente la difusión de los libros de Palladio y su resonancia sobre todo en la cultura británica alimentó con la falsedad y el pastiche la arquitectura de los siglos XVII, XVIII Y XIX. Su exportación como cultura colonial en tierras americanas y asiáticas encontró el envase perfecto para la transmisión de este ideario de poder que legitimó artísticamente el saqueo, la desigualdad, la explotación y la esclavitud en la expansión del último Imperio hasta el siglo XX. 

PALLADIO, PALLADIANISMO E ILUSTRACIÓN

Arquitectura como símbolo de poder

Los Cuatro Libros de Palladio, una puesta en escena de él mismo además de sus obras, representan, desde la Edición Príncipe de 1570 en Venecia, el principio del nuevo manual práctico al servicio de la gran burguesía incipiente. Muy diferente empeño del Vitrubio de la Roma Imperial sin referencias a obras construidas que, junto al tratado de Alberti, representa la aristocracia de la teoría en arquitectura frente a aquellos otros de alabanza la obra concreta o a la poética de un autor.

01_Andrea Palladio - Villa Zeno Entorno a 1550

 Villa Zeno . Andrea Palladio entorno a 1550.

La incidencia decisiva de este texto arranca desde la edición trilingüe (inglés/italiano/francés) de 1716 a cargo de Giacomo Leoni que se distribuirá desde Londres a toda su vasta área de dominio.

Su influencia a 80 años vista de la revolución francesa, resultará también significativa en la Ilustración y en la Arquitectura de la Razón abanderada por ese gran neoclásico francés, envase también de la nueva arquitectura de “los ciudadanos” como reacción al barroco y gótico tardío que representaban el poder de la iglesia y la aristocracia sobre el  oscuro caserío medieval de sus ciudades y vasallos.

La apropiación por parte de la burguesía de estos poderes también necesitó revestirse de columnatas y frontones para ornamentar con dignidad sus ayuntamientos, parlamentos y nuevos usos en edificios públicos y civiles. La justificación de todo poder tuvo siempre un origen divino y el templo clásico constituyó la mejor metáfora.

Pabellón de Louveciennes. Ledoux. 1770

Podríamos acordar que siempre ha existido una ligazón entre arquitectura e ideología. Más aún: que la propaganda de cualquier ideología ha utilizado la arquitectura como vehículo, como envase de su difusión, con mayor eficacia que la palabra y el edicto.

ARQUITECTURA MODERNA, IDEOLOGÍA MODERNA.

La arquitectura moderna fue igualmente envase de ideología.

La liberación de la arquitectura sobre la tiranía del lugar  que quiere decir también del clima, de la luz, de la orientación, de los medios de producción locales, fue la apuesta del movimiento moderno. Toda una conquista que el nuevo estilo internacional pretendía satisfacer: una arquitectura “científica” y racional que se distanciase del sector primario y se orientase hacia la industria como paradigma, como la automoción y la fabricación en serie.

Este modelo no fue solo decorativo, no fue solo un cambio de estilo. Su incidencia no debe buscarse en la historia del arte sino, y de modo más intenso, en la sociología, la economía y las ciencias políticas, por lo que la ideología coincidente en el nacimiento del “nuevo hombre” moderno se difundió a través de esta arquitectura. La incorporación de la energía al hábitat humano facilitaría tal cambio a la espera de reclamar su beneficio…, a su debido tiempo.

Esta mutua dependencia arquitectura-energía cambiará radicalmente la manera de vida y representa una inflexión mayor que la propia revolución industrial. La energía deja de ser un medio de producción asociado a la industria y se transforma en un producto imprescindible de consumo de masas. Transforma el habitar independiente, autosuficiente, proporcionado históricamente por la arquitectura y algo de madera o de brasero de picón, a la total y permanente dependencia energética de nuestra forma de habitar. Las nuevas infraestructuras públicas distribuirían mediante un delgado cable las energías de las fuentes de producción de las modernas presas y, finalmente, la naciente y casi inagotable energía nuclear, energía social y gratuita para las clases trabajadoras, harían posible la parábola de este cambio.

 ENERGÍA LIBERADORA.

Los nuevos materiales y los nuevos sistemas de producción promocionarían la nueva forma de lo arquitectónico; sus fuentes estarían determinadas por la energía, el hormigón, el acero, y el vidrio, y su habitabilidad condicionada por el empleo constante de energía. Paradójicamente, la energía que liberaba a la arquitectura de la tiranía del lugar se acabó erigiendo en una nueva tiranía. La tiranía del lugar versus la tiranía de la energía.

 El envase en “arquitectura moderna” de esta radical transformación no es casual. Tiene su origen en los países prometedores de progreso, cambio y modernidad, en la energía como el nuevo paradigma de poder cuyas fuentes de producción se encontrarían controladas o aliadas con el Estado y estrechamente vinculadas a su ideología quizá no casualmente totalitaria: Constructivismo soviético en la U.R.S.S (1917), Racionalismo en el fascismo italiano (1922) y Funcionalismo en la Alemania nacional-socialista (1933).

Más tarde, esta arquitectura de propaganda habría de ser apartada como envase de su común ideología y retornarán, revistiendo sus sistemas, los invariantes de poder; el arco, el tímpano y la columnata, deshumanizados, adaptados a la escala de la máquina, siempre a su brutal energía, como una cruel mueca deshumanizada. Aquella inicial arquitectura  radical, renegará y se olvidará de sus orígenes, en la pesadilla postmoderna, se revestirá de democrática y social y el “movimiento moderno” se nos acabará mostrando como una realidad estilística surgida de un cierto progreso o evolución  artística de la propia arquitectura.

EL BIEN, EL MAL Y LA ARQUITECTURA

No sé bien si podemos hablar en rigor de arquitectura al servicio del mal y por puro silogismo imputar la maldad a la propia arquitectura. Ocurriría así que no podríamos encontrar actividad humana alguna que no estuviera contaminada por alguna forma de barbarie. Los que hoy continúan todavía vinculados incondicionalmente a la ficción de progreso constante e ilimitado, que ciertamente ha permitido la sanidad universal, el incremento exponencial de la esperanza de vida y las democracias representativas, no se han dado cuenta de que el desarrollo industrial, tecnológico y científico, sin ética (cualidad imposible), tiene su mejor metáfora en el prodigioso diseño aerodinámico de las V-1 por Fieseler en 1944, y en la bomba atómica su realidad más amarga. Realidad que tenemos que situar como horizonte (no siempre lejano) de cualquier actividad social como lo es también la arquitectura.

La mala y la buena arquitectura no están en las antípodas, como el bien y el mal, la noche y el día. Las grandes divergencias en algunos fenómenos físicos y psicológicos son, con frecuencia, constataciones de la misma causalidad y sus aparentes diferencias están, en realidad, tan próximas que con frecuencia se encubren y ocultan ofreciendo una verdadera dificultad para su discernimiento. El mejor traje, el más elegante y el más grotesco, apenas se diferencian en unos milímetros de corte y unos centímetros de holgura.

La peor arquitectura no es la del promotor de chalé de balaustre del adosado, ni la del petimetre, ni la de los grandes magnates financieros, crápulas y agentes del mal. Todos estos lobos se revisten con pieles de oveja, a lo Palladio, a lo revival, a lo rustico-vernáculo y a lo último ultramoderno como los malos en las pelis de James Bond. Así fue siempre, todos lo sabemos.

 La peor arquitectura es la que mejor sabe revestirse de Arquitectura, y solo procura LA IMPRESIÓN. A veces se dirige a la impresión de belleza como pura apariencia de bondad (apariencia de buena arquitectura). Esta es la apariencia más terrorífica, la máscara más cruel y traicionera con la verdad y no la arquitectura que es claramente mediocre o estúpida o que se reviste zafiamente de una u otra forma.

ORNAMENTO CONTEMPORÁNEO.

Hoy en nuestra vigilia seguimos persiguiendo las múltiples formas de falsedad arquitectónica pero sus recursos formales ya no son el tímpano ni el pórtico, no es el lenguaje propio del repertorio clásico, que al fin y al cabo es específico de lo arquitectónico. Nos confunden sus nuevos repertorios, recursos y refritos.

El “ornamento de recurso” ha dejado de ser el “orden clásico”, la molduración o los juegos florales secesionistas pero no ha desaparecido y constituye todavía mayor delito por adoptar de máscara técnico-científica (la verdad paradigmática de nuestro momento) y de una forma mucho más superflua de lo que Adolf Loos podría haber imaginado.

La falsedad se encuentra a nuestro lado como siempre. Es la detección de su mayor o menor incidencia lo que debe ser para nosotros lo fundamental.

Oak Alley plantation. Joseph Pilié.  1882

Ese Kitsch universitario americano, los recuerdos de villanos esclavistas en sus villas paladianas de madera de “Lo Que El Viento se Llevó”, los refritos de las universidades góticas y escolásticas europeas, neoclásicos y neobarrocos casi nos reconfortan como la abundancia de literatura mala y buena, como la abundancia de música entre la zarzuela y el rock duro, abundancia y no otra cosa pero abierta como siempre a la crítica. La indiferencia geométrica del cilindro que puede ser tanto envase de refresco como cruel bomba de mano, podría parecerse a la de la arquitectura “Palladiana” como envase ideológico.

UNIVERSIDAD Y PREMIOS

La arquitectura alimentada por nuestras universidades, por nuestro irracional y arbitrario sistema de reconocimiento de lo que puede y debe hacerse, es, pese a todo, alabada por la intelectualidad políticamente correcta hoy como entonces.

Esta intelectualidad, temerosa de encontrar en una crítica racional algún parecido de lo que presuntamente sin erudición se obtiene en algunas opiniones de la calle, rebusca en alguna oscura cita la justificación, la emoción o el mensaje de esta arquitectura fomentada en nuestras universidades, de la apariencia y del cachivache, sembrando la creencia de que la opinión sobre la arquitectura pública y social no puede estar al alcance de los ciudadanos no preparados “artísticamente”. Este alejamiento de la “crítica intelectual” y “ciudadana” actúa como la falsa doctrina sobre la imposibilidad de participación y satisfacción popular en la obra de arte, actuó para justificar el monopolio del comercio del arte, motivando su destrucción y su transformación en valor de mercado como nueva moneda para las emergentes élites adineradas tras la II guerra mundial.

La producción de nuestros nuevos arquitectos como especialistas en “venustas” (pues la “firmitas” y la “utilitas” ya quedaron desgajadas de lo arquitectónico), la frustración creciente de los recién titulados, los contenidos y logros que se premian en nuestras escuelas, todo esto fundamenta también “La Crítica” arquitectónica, nos interesa y está aquí, a nuestro lado, no podemos taparnos los ojos y mirar para otra parte y otro tiempo. La incidencia de lo inmediato nos ocupa.

PFC de la E.T.S.A.M. de reciente ejecución y máxima calificación

Así nos permitimos concluir con una modificación al estupendo párrafo final del texto de Miranda de la siguiente manera:

“Mientras tanto y a la espera de las primeras autocríticas por parte de las autoridades académicas locales sobre el resultado de su producción, nosotros aquí solicitaremos dos Premios Fin de Carrera: 1º Premio: Construcción a sus expensas* del proyecto premiado; 2º Premio: Construcción a sus expensas del proyecto y obligación de habitarlo a perpetuidad”.

 *.Debe entenderse que son las autoridades académicas quienes sufragan las obras y en el 2º premio también quienes deben habitarlas. Los premios califican únicamente a sus jurados.

SUGERENCIAS:

1-Ver película Don Giovanni de Joseph Losey en 1979, rodada en Villa Rotonda. LOS CUATRO LIBROS DE ARQUITECTURA DE ANDRES PALADIO, VICENTINO. POR DON JHOSEPH FRANCISCO ORTIZ Y SANZ. Edición facsímil del C.O.A.A, Zaragoza 1987. Introducción, pág.XIV por Joaquín Arnau Amo.

2- Manfredo Tafuri. Introducción a las jornadas “Las Maquinas Imperfectas. Ciudad y Territorio en el Siglo XIX”. Traducción: Adrián Gorelik,

En 1840, entonces, Jappelli se refiere a las masas como protagonistas del gusto y habla de un lenguaje que debe, continuamente, modificarse a sí mismo, destrozarse, transformarse en función de la moda. La arquitectura se convierte en una verdadera “philosophie de la mode”. Su protagonista no es el ‘Pulcinella’ -la metáfora jappelliana se extrajo, probablemente, de uno de los apólogos lodolianos publicados por Memmo en 1787- sino el ‘Girarrosto’, el mecanismo ciego que condiciona al sujeto.

El arquitecto es aquel que sabe si debe seguir o anticipar una moda, que sabe si se debe reducir a Pulcinella, aunque reconquistando, con la conciencia de su propia máscara, una dignidad incomparable. Sería útil, en ese sentido, recordar el fascinante ensayo de Simmel sobre la moda, donde ésta es tomada como límite del lenguaje, como convención que da seguridad respecto de la “angustia de la elección”. Pero todo eso esconde múltiples disidencias: entre la ciudad como servicio social, la ciudad como lugar de acumulación y la ciudad como sujeto productivo.

La tensión se resolverá en una crisis, en un tiempo y en un lugar preciso: la Alemania de Weimar. La crisis de Weimar significa, además de tantas cosas, también una crisis de dos siglos de gestión urbana: el nuevo tema de la productividad de la estructura metropolitana entra aquí en conflicto con una consolidada tradición disciplinar y con la razón de una Sozialpolitik impotente frente a los procesos que ella misma ha alimentado. ¿Pero a tal crisis no nos han conducido, acaso, las mismas lógicas que habían presidido los “commençements” de la ciudad en la edad industrial?

Quizás una arqueología de los dispositivos de control y de organización de la ciudad y del territorio desarrollados en el Siglo XIX sirva para dar alguna respuesta al porqué de esa trágica aporía: trágica porque pesa, todavía irresuelta, sobre la realidad contemporánea. M.T

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