9 febrero, 2017
El doble crimen de Algete.
La Casa Guzmán en Algete, dicho de una forma simple, el ejemplo más elegante de la arquitectura más elegante del siglo XX en España, ha sido zafiamente eliminado.
Como cualquier feminicidio, este crimen tiene unas raíces muy profundas que se instalaron hace unos pocos miles de años en los diferentes Neolíticos del Planeta. Tal cosa sucedió cuando las sociedades matriarcales y comunistas fueron sustituidas por las actuales sociedades patriarcales y propietales.
El asunto es especialmente redundante con el Poder Machista: “Mi casa y mi mujer son de mi propiedad y me pertenecen”. “Esa pertenencia me permite hacer con mi propiedad lo que me place, por ejemplo acabar con ella”. “La maté porque era mía” es el definitivo paradigma de barbarie según el cual el Poder privado sobre la propiedad aparece en su máxima expresión.
Las más nobles revoluciones que han intentado acabar con la Gran Propiedad Privada han fracasado una y otra vez. La razón es que siempre se olvidan de acabar con la mitad viva de la raíz oculta del Mal: con el Patriarcado y con sus criminales consecuencias.
La sensibilidad civil del poeta Juan Ramón Jiménez nos enseña desde hace 100 años que no deberíamos tocar la fachada de nuestra casa sin pedir permiso el vecino de enfrente. Aunque las leyes dicen defender el carácter civil, común y público de las fachadas, lo cierto es que en “mi casa” prevalece la Sagrada Propiedad Patriarcal; “En mi casa hago lo que quiero”; “Si quiero, ocuparé con mi casa los balcones o terrazas que solo en parte me pertenecen; “Lo que es de todos me lo puedo apropiar, como mi perro se apropia de la acera cuando quiere orinar.”
La institución municipal -ignorante y espesa- resulta siempre lenta para proteger lo público, lo civil, lo que es de todos. La corrupta autoridad civil suele incumplir, y mira para otro lado: protege las Culturas castizas y procesionales, pero en asuntos de Civilización común, científica y universal, es pura desidia.
De tal lenidad se aprovecharon al menos el arquitecto y el propietario que, como gente sin escrúpulos, solos o acompañados de otros, han perpetrado el Doble Crimen de Algete: eliminar una obra de excelencia para sustituirla por otra de excremencia.
Los malhechores han eliminado y borrado del horizonte un ejemplo excepcional de arquitectura moderna: el resultado de una investigación topológica espaciotemporal en la vanguardia de la mejor arquitectura doméstica: otro ensayo einsteiniano con la categoría del Cubismo en Gris y Picasso. Los delincuentes han hecho desaparecer una obra viva, cuya poética industrial constituyó la Modernidad más avanzada de su época.
Para aumentar el horror, los facinerosos han cubierto el suelo sagrado de la obra moderna de Sota con un cadáver modernista alimentado de cadáveres y vísceras putrefactas: una pieza “de estilo”, anacrónica y antimoderna. El “Haussmann de Algete” con su obra zombi y sus mansardas nos hace recordar a Sartre cuando dijo que la entrada del infierno era un saloncito de estilo Segundo Imperio.
Hemos conocido la noticia en el cuadernillo local de la prensa nacional. Allí, el doble crimen ha sido un asunto más -entre miles- dentro de la Doxa de cualquier cultura regional. La verdad es por el contrario muy distinta: el doble crimen es asunto que ataca y destruye una parte de la Civilización única, del científico Saber Común, del Episteme universal.
Como en cualquier otra disciplina panhumana, sin criterio racional siempre estaremos amenazados, corriendo el riesgo de ser agredidos por el Horror: la negación de cualquier ética, de cualquier estética y de cualquier epistémica.
Sin criterio de evaluación genuina –genus– y sin las suficientes medidas de evaluación el riesgo es muy alto para la ciudad y los ciudadanos expoliados. Los ayuntamientos, indocumentados y sin la menor capacidad evaluadora, no nos representan ni defienden.
Debemos pensar que en las instituciones no hay criterio genuino para medir la autenticidad de una obra: su legalidad estructural. Allí quizá nadie es capaz de evaluar la calidad arquitectónica de una arquitectura. Allí no cabe más que la opinión mostrenca de la falsa respetabilidad: la fecha de antigüedad. Solo lo antiguo es respetable: por infecto, mediocre y repulsivo que pueda resultar a efectos de Bondad, Verdad y Belleza.
De la fechoría, ¿no deben dar alguna explicación al menos los Colegios profesionales y el Do.CO.Mo.MO Internacional?
Izq: Casa Guzmán. Alejandro de la Sota, 1972. Dcha: Construcción que ocupa su lugar. Arquitecto desconocido, 2017