Grupo de investigación de Crítica Arquitectónica ARKRIT / dpa / etsam / upm

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Sobre ARKRIT

El Grupo de Investigación ARKRIT se dedica al desarrollo de la crítica arquitectónica entendida como fundamento metodológico del proyecto. El ejercicio crítico constituye el principal gestor de la acción proyectual hasta el punto de que puede llegar a identificarse crítica con proyecto.
Si se considera que el objeto de la crítica no es el juicio de valor sino el estudio de las condiciones propias de cada obra, en relación a otras obras de arquitectura, en relación a otros campos del conocimiento y en relación a otras posibles teorías alternativas, podemos obtener de ella una imagen final flexible y abierta que permita tanto su comprensión veraz como la apertura a nuevos caminos en el curso de la arquitectura.
El Grupo de Investigación ARKRIT se constituyó en 2008 bajo la dirección del catedrático de Proyectos Arquitectónicos D. Antonio Miranda Regojo-Borges y, además de proyectos de investigación, entre las actividades del grupo se encuentra la dirección de tesis doctorales, así como una participación activa en el máster de Proyectos Arquitectónicos Avanzados (MPAA) desde el Laboratorio y el Taller de Crítica y coordinando numerosos Trabajos Fin de Máster.

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ARKRIT - GRUPO DE INVESTIGACIÓN DE CRÍTICA ARQUITECTÓNICA

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PORTADA

28 junio, 2018

El Caballero de la Mesa Cuadrada. En memoria de William Allen Alsop. (Northampton 1947 – Londres 2018)

Luis Bretón Belloso

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Fig 1. Will Alsop  para “The Guardian” (2006)  /  Edificio OCAD, Toronto (2004).

El pasado 12 de Mayo murió, de una corta enfermedad, el arquitecto británico Will Alsop. El más polémico, controvertido e irreverente al servicio de Su Majestad.

Iluso reconocido, ácrata, inconformista. Amante de las cosas diferentes y…del ruido. Tenaz levitador de edificios. Nunca quiso construir su casa.

Alsop murío a los 70 años. Cuando con 59, la periodista Lynn Barber lo entrevistó para el “The Guardian”, ya dudó que sus huesos llegaran a viejos. Para aquella entrevista del dominical, Alsop no la había citado en su luminoso estudio de Battersea, sino en el más canalla de los clubs de Cheslea. “Pensé que los arquitectos aparecían siempre con un traje de Armani y la cabeza afeitada” escribió la cronista. Pero Will, la esperaba bebiendo vino en un oscuro rincón del Chelsea Arts Club. Enfundado en un enorme chaquetón negro, con el pelo largo y raído y una desbordante humanidad “a prueba de gimnasios”, diría Lynn. La periodista pronto repararía que no estaban allí para imbuirse del ambiente bohemio del mítico club de artistas. Sino porque ese, era el único local del distrito en el que  podrían fumar.

Hijo de un contable de Northampton, abandonó el estereotipado programa de la enseñanza obligatoria en cuanto murió su padre. Hastiado y sin entender que los niños tuvieran que pasar casi todo el día en la escuela.  Prefirió, con 16 años, terminarla en el turno de noche mientras trabajaba para un arquitecto local y aprendía a dibujar con Henry Bird. “me dio un ladrillo y me obligó a dibujarlo durante tres meses antes de pasar a la lata…” recordaba burlonamente a menudo. Cuenta su madre que quiso ser arquitecto incluso antes de conocer lo que estos hacían. Y él, que simplemente lo era por diversión. “Puedes inventar todo el rato” decía “no necesitas ningún cliente para imaginar cualquier cosa sobre un trozo de papel”.

Que alumno destacado y posterior profesor del Architectural Association School de Londres. Pero debido, por un lado a su radical postura ante la profesión y por otro, a su incorregible desidia empresarial, le costó mucho conformar un estudio. Primero, trabajó brevemente para Maxwell Fry y después, durante cuatro años, para el mismísimo Cedric Price, único mentor que reconoció. Durante los años 90 compartió firma con John Lyall y Jan Störmer. Pero ambos terminaron por abandonarlo sucesivamente, hasta que en el año 2000, se vio “obligado” a establecerse por su cuenta. Absolutamente negado para las finanzas, en seis años de andadura en solitario, se encontraba, siendo uno de los arquitectos británicos más prestigiosos, en la más inconcebible de las bancarrotas. Esto le obligó a vender su firma, casi sin condiciones, al fondo de capital-riesgo SMC y quedar integrado en un consorcio de empresas de diseño global. No le importó en absoluto. No compartía la actitud arrogante y engreída que tanto reprochaba a sus compañeros de profesión respecto a la autoría o la pertenencia de la obra. Al contrario, se alegró mucho por sus empleados, él ya no sería su jefe.

Después de SCM, llegó RMJM y por último All Design, pero nunca más fue Alsop Architects. Esta fórmula de negocio participado le permitió liberarse de las preocupaciones propias de todo empresario. Permitiéndole, a cambio, concentrarse con exclusividad en el trabajo.

Alsop fue quizás el arquitecto, al margen de Archigram, más meritorio de la llamada neo-vanguardia británica o neo avant-gard que, a fínales de los 60, intentaba articular una nueva ola de pequeños movimientos críticos con el sistema capitalista ya plenamente establecido (expresionismo abstracto, pop art, situacionismo, fluxus…). Con Peter Cook y sus panfletarios acólitos compartía el apasionado convencimiento de que la arquitectura estaba fallando a la gente donde más necesaria era, en la calle. Como los del mítico fanzine, cada línea que trazó fue un manifiesto contra los grises, repetitivos, y miserables bloques de vivienda de todos los Northampton del mundo. Cuarenta años después de la fiesta sesentera y, al borde de una crisis económica mundial, seguía planteando, con la candidez de un estudiante, una propuesta teórica de mega-ciudad del futuro que terminó por sentarle definitivamente, como un Monty Phyton, en la Mesa Cuadrada del Camelot arquitectónico a la búsqueda de un mágico grial perdido. Y que Alsop llamó “la Super-City” (2004). Una ciudad de costa a costa entre Liverpool y Hull a lo largo de la autopista M62. Una ciudad serpenteante, repleta de espacios y programas mezclados, de edificios elevados, lagos, canales, puentes y jardines. Desbordante de colores y formas orgánicas. Era en palabras de Alsop: “Una súplica contra la homogeneidad”.

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Fig 2. Proyecto “SuperCity” para una ciudad del futuro (2006).

Nunca abandonó el espíritu vitalista de los años sesenta. Y el entusiasmo por cambiar el mundo le acompañó hasta el final. Comenzaba cada proyecto pintando frente a un lienzo y literalmente “sin pensar en nada”, sin buscar una condición o un punto de partida en particular: “una de las razones para pintar es que no tienes realmente el control de lo que estás haciendo”. Para Alsop, la imaginación lo era todo: origen, procedimiento y forma. “Imaginar es ver” decían Gaston Bachelard y Jean Claude Lambert y perder la imaginación significa perder la humanidad. A esta manera de entender la arquitectura, como un territorio intermediario entro lo real y lo imaginario, Alsop lo llamaba “The  Noise”, “el ruido”, el ruido de la imaginación y su vida fue el constante intento por habitarlo.

Pero la gran herramienta crítica de Alsop, la única posible frente a un mundo abominablemente uniforme, fue la ironía. Es difícil  contemplar cualquiera de sus edificios sin esbozar una sonrisa. Todos ellos vibran entre lo inesperado, lo irreverente y lo festivo. Manifestando una inteligencia más allá de la estética. Algún crítico británico ha concluido su artículo abdicando con un rabioso reconocimiento “sólo puedo decir una cosa: ¡maldito bastardo!” Porque la arquitectura de Alsop no es formalmente gratuita, ni constructiva o técnicamente pretenciosa. Sino el resultado de una poética diferente cuyo resultado son formas necesarias, espacios escalados, y estructuras rigurosamente optimizadas.

Firmó edificios tan valiosos como el Tubo de Cardiff (1991), la Terminal Marítima de Hamburgo (1993), el Hotel “Grand Blue” en Marsella (1994), la Biblioteca Peckham (2000) y el Blizard Building (2005) en Londres, o el paradigmático OCAD en Toronto, finalizado en el año 2004.

Era miembro de la Real Academia de las Artes de Gran Bretaña y su trabajo fue reconocido y valorado por la crítica más disciplinar, atesorando cinco premios RIBA, dos premios CTA y el prestigioso Premio Stirling, del que fue finalista en otras cuatro ocasiones. Pero de todos, los más valiosos eran, para Alsop, los dos que le otorgó, casi de manera consecutiva, la revista satírica “Private Eye” al peor edificio del año. En el 2006 al Edificio Palestra “por ser un mamotreto gigante y feo” y en el 2008 al centro cultural “The Public” en West Bromwich “por ser una enorme caja negra sin entradas”. Alsop, por supuesto, estaba de acuerdo.

Desde luego, nadie puede poner en duda los méritos de Alsop para sentarse junto a Norman Foster, Richard Rogers, Nicholas Grimnshaw, David Chipperfield o Peter Cook en torno a la Mesa Redonda del Camelot arquitectónico contemporáneo. Sin embargo, de todos ellos, sólo Alsop se hubiera sentado sin el título de “Sir”. Fue el único que no sucumbió al pastiche tecnicista isabelino. En su “Mesa Cuadrada” los edificios podían levitar sobre los tejados, tener patas, pelo o forma de pera. “Si fuera un político”, dijo en una entrevista , “aprobaría una ley para que todo, desde el suelo hasta 10 metros o más, flotara sin tocar el suelo…”

Descanse en paz “Sir” William Allen Alsop. Lo recordamos con alegría las ciudades de Cardiff, Hamburgo, Marsella, Singapur, West Bromwich, Nueva York, Sanghai, Manchester y especialmente Londres y Toronto.

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Fig 3. Biblioteca Peckham, Londres. Premio Stirling 2002.

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