8 octubre, 2015
Edificio España-Cañí
Telón de fondo de Don Quijote de la Mancha brazo en alto y su fiel escudero en las postales a color de aquella España en blanco y negro que se abría al turismo. La torre más grande, la de más hormigón, formando un conjunto espacio-temporal con aquella otra de las mismas manos y tan diferente. Juntas son un referente iconológico del desarrollo propuesto por los finalistas de postguerra.
Edificio España, 250M€
¡Horrible! Puede ser. La crítica sobre la calidad del edificio está hecha. Nada de verdad, nada de calidad arquitectónica. Pero ni más ni menos que tantos otros como el edificio Ocaso y hasta el mismo Ministerio del Aire, reconozcámoslo aunque violemos el mito de sus magistrales autores y sus supuestos y alabados racionalismos.
Edificio de apartamentos y oficinas El Ocaso. Próximo al Edificio España. Arquitecto Juan Pan da Torre. 1947.
Su vida, que roza los setenta años, se detuvo hará unos diez, más o menos. La memoria próxima de la ciudad y sus habitantes está en unas tres generaciones, unos setenta y cinco años1. Dos abuelas de recuerdo y la permanencia del espacio urbano con todos sus componentes toman peso en la mayoría de sus habitantes que, como en sus hijos, aceptan en sus edificios sus desiguales hermosuras, sin menoscabar su cariño. Es importante para este reconocimiento que los edificios sigan activos, utilizados, recorridos, de otra manera se inicia su proceso de demolición o de que alcancen la noble dignidad de ruina.
No parece que los artísticos historiadores promuevan que este edificio alcance la noble dignidad de ruina, por mucho catálogo y normativas que lo acompañen y por tanto la otra vía se nos presenta con mayor nitidez. El Edificio España está en este punto temporal y al avanzar hacia su posible demolición, su historia, sus cualidades arquitectónicas, su tamaño y lugar parecen resurgir envueltos en polémica. Polémica que, similar a aquella de los “estilos”, también incide en el latente e inevitable discurso de la ideología en la arquitectura y en toda expresión social. Si este edificio siguiese en uso o sin una compra-venta tan mediática nada se comentaría, seguiría formando parte esencial de nuestra plaza de España-Cañí.
¿Debemos recuperar Santa Sofía como prototipo de iglesia cristiana?
¿Desmontar la catedral de Córdoba y restituir la mezquita a alguna de sus fases anteriores? ¿Pasar revista a toda la arquitectura histórica? Las civilizaciones antiguas vencedoras arrasaban y construían sus nuevas arquitecturas fetiches. Siglos de matanzas parecen suficientes. Los años desde la última guerra europea y de la civil española también lo son.
Después de la Revolución Francesa ya debemos entender que la razón no es un impulso sanguíneo y estos patrimonios que permanecen, italianos, alemanes o soviéticos son nuestra historia reciente construida con sangre. Preferimos que el edificio de la Inquisición en Madrid y que Escorial sigan en pié. Cuánto disfrutamos hoy en las visitas guiadas de tantos palacios de aristócratas sanguinarios.
La ideología depositada en la arquitectura, como el estilo, no debe ser la vara de medir para mantener o demoler un edificio. La calidad de la arquitectura sí. Necesaria para erigir o mantener un edificio, su carencia no es causa suficiente para demolerlo. El caserío de Madrid y no digamos el de sus edificios oficiales y emblemáticos, salvo contadísimas excepciones, puede parecernos mediocre incluso mezquino si lo comparamos con Paris o Berlín, sus referentes.
Lo que más nos afecta es el tiempo. Tiempo transcurrido, tiempo vivido. El tiempo es más importante como referente que la ideología y la calidad. Hundir un pueblo en un pantano, tirar una chabola donde has criado a tus hijos son ciertamente terribles condenas. Todos los lugares en la ciudad están hechos de recuerdos y referentes. El espacio urbano no se construye con hormigón ni piedra sino con memorias. Si un edificio soporta el paso del tiempo en actividad, prestando servicio en condiciones diferentes, habrá almacenado trillones de recuerdos y referentes que lo fijan a un lugar de la ciudad. Es suficiente para ser reconocido.
Ideología, calidad y tiempo poco importan hoy en la transformación de la ciudad. Lo que realmente está detrás de estos espejismos, la razón última, es el beneficio económico que proporciona lo arquitectónico, y todo se justifica en su nombre. La razón es hoy cuestión de cantidades en todos los órdenes.
Este edificio contenedor es inmenso y a los negociantes es el m2 lo que les interesa. Nosotros debemos entender que la edificabilidad que soporta está asignada a este “templo” y en ese “lugar”, fruto de intereses pasados seguramente espurios pero materializados y amortizados. Por tanto esta edificabilidad no podemos entenderla asignada a este solar, sino vinculada a este singular inmueble. Así, en caso de su demolición-sustitución, la ciudad debería determinar cuál y cómo es la edificabilidad adecuada a este sitio. Este asunto, tomado en serio, podría devenir hasta en una edificabilidad “0”, ampliando la Plaza y la oscura y empobrecida trasera sobre San Marcos. Para esto la administración debería haber comprado el edificio por algo más de 250M€, cantidad siempre relativa, y abrir un concurso para decidir. No hay valor para esto.
En el juego de los solares y los edificios en la ciudad de hoy no se vislumbran diferencias entre ellos. Entienden los jugadores que los edificios son solares y en el peor de los casos, los catalogados en los cascos de las ciudades, que son solares con inmensas vallas agujereadas por ventanas y lo de dentro un espacio tridimensional ya “vallado” donde jugar al “Monopoly”. El sobrecoste se absorbe con algunos metros de más bien negociados con la regla del “Déjeme la valla tal cual para acallar a los defensores del fachadismo del espacio urbano y haga por dentro lo que quiera”.
Se compran solares que no edificios. Hay que explicar bien la diferencia, especialmente en España, donde la arquitectura nunca ha sido apreciada. A mayor calidad de arquitectura, de edificio a conservar, el precio baja. El precio sube solo en función de la edificabilidad y el sitio. Esta es la sinrazón que hay tras el affaire Canalejas inaplicable además, técnicamente, a este gran bloque.
Por consiguiente deduzco solo dos desenlaces racionales:
- Vincular la edificabilidad a este edificio, lo que implica tolerar la compatibilidad de todos los usos posibles con su singularidad formal, estructural etc. Sin demolición, sin fachadismo. No podemos esconder un AVE bajo un tren a vapor. Ese es el devenir natural de la arquitectura histórica que permanece. Se trocea, se amplia, se retuerce pero siempre se vincula a sus estructuras internas. Arquitectura vinculada que la ciudad digiere perfectamente.
- Compra municipal, concurso de posibilidades, demolición. Sobre esta opción se diría inmediatamente que se pierde riqueza, se pierde aquella inversión y esfuerzo de hace 75 años, se pierden las antiguas postales, los referentes y se empieza con 250M€ de pérdida. Pero se generan otras expectativas y alguna de ellas, como en tantos otros casos, pueden resultar mucho mejores.
Existe la tercera vía, irrazonable, que será la vencedora. Consistirá en la negociación hasta el agotamiento de propietarios y Ayuntamiento, hasta convenir un edificio que mantenga la edificabilidad y algo del anterior; no sé, su horrible portalón, su geometría escalonada. Una calcomanía gigante. Cualquier cosa revelada en concurso restringido que aúne a los ediles “modifica-mantiene ordenanzas”, a los partidarios de demoler por la mala calidad de esta arquitectura, a los intelectuales de pro y, finalmente, a arquitectos estrella que justifiquen con sus propuestas la razón del quehacer habitual de los especuladores inmobiliarios. “Otra gran oportunidad para la ciudad de Madrid”, difundirán los gabinetes de comunicación y prensa y al hablar de oportunidades, nos van a presentar otra “vela” eco-sustentada u otra “bailarina” de vidrio innecesarias y sin historia, que seguro agradarán a la mayoría. Toda la plaza quedará definitivamente amueblada con un nuevo pastiche del S.XXI.
Yo prefiero que se preserven mi memoria y mis referentes y disfrutar con ironía del pastiche, que fruto del pecado cometieron otros, allá por los años cincuenta.
Yate de 134 m de eslora, de Yuri Scheffler, más de 300M€.
- Esta cifra es “empírica” y puede ser un error. Pero hay un tiempo necesario para que un edificio se arraigue en un lugar, si sobrevive más o menos indemne este tiempo, la arquitectura se confirma. ↩