27 noviembre, 2014
¿DÓNDE LO PONGO? Elogio a la imaginación creadora
El “Ontario College of Art and Design” es la escuela de arte más antigua de Canadá. Fundada por la Sociedad de Artistas de Ontario en 1.876, su historia fue cómo la de cualquier otra escuela hasta que Roy Ascott, artista y teórico británico del, entonces incipiente, “ciber-arte” ostentó su dirección en 1.969. Ascott transformó por completo la filosofía de la escuela implantando un modelo basado en la participación, la tecnología y, sobre todas las cosas, la imaginación. “Imagination is Everything” es desde entonces, el lema del O.C.A.D. y una pedagogía concebida para fomentarla su distintivo.
Sharp Centre of Design. O.C.A.D. (Toronto). WillAlsop, 2004
Con el paso de los años el O.C.A.D. no dejó de reafirmar su particular espíritu contestatario hasta dejar de sentirse representado por la, digamos, “diligente imagen institucional” del vetusto edificio racionalista que, desde los años 60 ocupaba. Así que, para recibir el siglo XXI, anunció su intención de construir una ampliación que, además de resolver su creciente demanda de espacio, simbolizara con fuerza la actitud vitalista y reformadora de la que tanto se jactaba.
Era la primavera del año 2.000. El Museo Guggenheim ya brillaba bajo el plomizo cielo de Bilbao, el “origami” de F.O.A. ya se desplegaba sobre la bahía de Yokohama y Norman Foster por fin abrillantaba su anhelado Pritzker…El “Star System arquitectónico” estaba definitivamente establecido y al servicio de alcaldes, banqueros y magnates de la energía. El O.C.A.D. no lo tendría fácil si pretendía significar su nuevo edificio con algo más que formalismo y despilfarro. ¿Realmente encontrarían un lugar para ellos bajo este sol de indolencia y narcisismo?
La búsqueda del grial recayó, por pura casualidad, en el pintor expresionista Ron Shuebrook que, ese mismo año, estrenó su cargo como director del O.C.A.D. encomendando el anhelado proyecto al controvertido arquitecto británico Will Alsop. Es importante detenerse y comprender la trascendencia de esta elección y de cuánto hay en ella de la naturalidad, coherencia y valentía del país más libre y civilizado del mundo. O dicho de otro modo, el por qué Shuebrook no encargó el proyecto a Frank Gehry.
Para explicarlo volvamos sobre los pasos de aquel incendiario director que revolucionó en 1.969 los preceptos del O.C.A.D.
Roy Ascott venía de promover en el “Ealing Art College”1 de Londres, un curso experimental de arte y diseño llamado “The Groundcourse” en el que aplicaba con radicalidad y gran éxito sus métodos participativos de enseñanza. En 1.968, un año antes de recalar en Toronto, Ascott coincide en Londres con Gordon Pask, que es su mentor en el “Institute of Computer Sciences”, con Cedric Price, que colaboraba íntimamente con Pask desde principios de los 60s y con un joven Will Alsop, que trabajaba para Price recién terminados sus estudios de arquitectura en la Architectural Association de Londres.
Todos compartían la misma actitud liberal respecto a la enseñanza de las artes y por extensión de la arquitectura. Una actitud basada en la imaginación, la creatividad y en la acción participada. Aquí estaba el corazón del nuevo O.C.A.D. y aquí supo buscar Shuebrook su arquitecto. El arte buscó y encontró a la arquitectura.
De izquierda a derecha: Roy Ascott, Ron Shuebrook, Cedric Price, Gordon Pask y WillAlsop
En el año 2.000, cuando Alsop recibió el encargo, ya era un reconocido arquitecto. Había trabajado muy brevemente para Maxwell Fry y después, durante cuatro años,para Price. Había obtenido el segundo premio, tras Richard Rogers y Renzo Piano, en el concurso para el diseño del Centro Pompidou en Paris. Y había construido algunos edificios valiosos para la pujante arquitectura de vanguardia británica como el Tubo de Cardiff, la Terminal Marítima de Hamburgo o la Biblioteca Peckham.
De izquierda a derecha: TheTube, Bahía de Cardiff, 1.991 – Terminal de Ferry, Hamburgo, 1.993 – Hotel Le Grand Bleu, Marsella, 1.994 – Biblioteca Peckham, Londres, 2.000
Alsop era considerado, sin lugar a dudas, un miembro relevante dentro de la más alta jerarquía de arquitectos británicos. Sólo que, mientras Foster, Rogers o Grimshaw, depuraban un estilo tecnológico, genuinamente británico al servicio de “Su Majestad”, Alsop se instalaba desde una cierta incorrección con este proclamado paradigma tecnicista.
Un particular criticismo, me arriesgo a señalar,que le ha privado hasta la fecha de la más alta distinción que “su graciosa majestad” concede. De los cuatro arquitectos británicos mencionados, sólo Alsop no ostenta el título de “Sir”. Algo que, sin lugar a dudas, lo dignifica, pero de otro modo.
El edificio de Alsop no es un estilismo y, desde luego, no es banal. Tampoco lo parece, a mi entender. Pero, no sé por qué, me veo en la obligación de advertirlo. Destila algo más que arquitectura. Algo que tiene que ver con la libertad, la imaginación y la audacia. Cualidades todas ellas, extintas cómo el urogallo, y que no son propias de la arquitectura sino del arquitecto. Y no por arquitecto, sino por Hombre. Un hombre inteligente que imagina.
Porque sólo a través de la imaginación la inteligencia se amplia y se comprende y deshace la complejidad. Una inteligencia, sin imaginación, no es más que un instrumento operador que no construye ni crea nada. ”Imaginar es ver” nos enseñan Lambert y Bachelard.
Así que la belleza del O.C.A.D. no es una belleza que atienda solamente razones estéticas, es la belleza del problema resuelto. El triunfo de la inteligencia, el pensamiento libre y la imaginación creadora sobre el conductismo, el canon y la razón disciplinar.
Los condicionantes del encargo fueron tantos y tan complejos que se llegó a dudar de la idoneidad de su construcción. La Escuela de Arte debía seguir funcionando, dos viviendas victorianas se interponían entre el existente y el pretendido edificio y todo el vecindario se resistía a perder las vistas y el acceso al gran parque del que tanto disfrutaban.
– Realmente no queremos un edificio ahí–capituló Shuebrook.
– Muy bien y ¿dónde lo pongo?
– No sé, ponlo en el tejado.
- El “Ealing Art College” fue una prestigiosa escuela de arte londinense de métodos liberales en la que estudiaron en los años 60s músicos como Freddie Mercury (Queen). Ronnie Wood (RollingStones) o Pete Townshend (theWho). Actualmente pertenece a la Universidad de West London. ↩