
9 julio, 2015
DIÁLOGOS ENTRE ARQUITECTURA Y PEDAGOGÍA (I). ¿Sincronía o diacronía?
…no es la escuela la que ha creado la arquitectura moderna; pero es el pedagogo quien ha creado la arquitectura escolar…
Francisco Giner, 1882
El espacio educativo es el escenario de la transformación social, en donde se reproducen las relaciones y comunicaciones humanas. Hoy el proyecto arquitectónico escolar no se reduce a la creatividad del arquitecto, si no que en dicho proceso creativo intervienen variables multidisciplinarias que en conjunto dimensionan y caracterizan al espacio.
La relación sujeto-espacio, se puede considerar como un elemento primario de formación, por lo que es importante evaluar los elementos que intervienen en el proceso educativo. La transmisión del saber no es simplemente objeto del estudiante y el facilitador del conocimiento, sino que existen factores externos que repercuten directa e indirectamente en el desarrollo del aprendizaje. La situación socio económica, los factores medio-ambientales y el espacio físico son elementos que condicionan el quehacer formativo.
En este sentido y atendiendo a las características físico arquitectónicas del espacio en donde se desarrolla la labor educativa, se puede sugerir que el espacio educativo es un vehículo portador de significado que puede ser decodificado desde diferentes perspectivas y variadas disciplinas.
Analizar la arquitectura escolar desde el desarrollo histórico de las prácticas pedagógicas da como resultado un estudio interdisciplinar. Morín dice que debemos “ecologizar” las disciplinas, “tomar en cuenta todo lo que es contextual comprendiendo las condiciones culturales y sociales, es decir, ver en qué medio ellas nacen, plantean el problema, se esclerosan, se metamorfosean”1.
Se puede reconocer que el espacio escolar es el escenario que soporta los procesos de la enseñanza y el aprendizaje, y que es conveniente buscar la sincronía entre arquitectura y pedagogía para brindar las condiciones espaciales que propicien ambientes que fortalezcan o, por lo menos, no impidan la completa realización de las prácticas pedagógicas.
Si bien es cierto que el objeto arquitectónico tiene el derecho a la generación de su propia identidad, también es parte del proyecto pedagógico, o por lo menos así se podría considerar. El proyecto de los espacios educativos es, entonces, de incumbencia de las dos disciplinas, de la arquitectura y de la pedagogía, del arquitecto y del facilitador del conocimiento.
En las relaciones entre el arquitecto y el pedagogo, el primero tiene la posibilidad de materializar las intenciones del pedagogo basado en los objetivos de la práctica educativa. Toranzo explica que para que un edificio responda o no a las necesidades y reformas pedagógicas no se refiere sólo a su estructura, sino a su forma, relacionada con la metodología, la didáctica, en definitiva con el concepto amplio del término educar, “…también es determinante la concepción que se tenga del espacio y lo que el mismo produce, posibilita o perjudica en el aprendizaje.”2
El pedagogo se ocupa de estudiar la vida social, la versatilidad humana en toda su amplitud, la antropología de las edades y de los procesos cognitivos, del objetivo principal que es el método para la enseñanza. El arquitecto por su parte estudia la construcción física de las ideas, mas no es el único creador de las mismas, lo conveniente es que el pedagogo comunique las necesidades espaciales de los procesos de aprendizaje, para que el arquitecto determine las características físicas necesarias para fortalecer dichos objetivos.
Haciendo una breve aproximación histórica entre ambas disciplinas, se reconoce que no siempre han estado sincronizadas. En ocasiones el proyecto arquitectónico ha sido diseñado con la intención clara de responder cierta condición pedagógica y otras en las que los espacios no fueron construidos exprofeso para la labor educativa. Inicialmente los espacios educativos eran casas coloniales o espacios dentro de las fábricas o iglesias por mencionar algunos.
Durante el siglo XVII la educación surge como un procedimiento de consolidación social, se puede sugerir que se le concede tintes políticos y de control social, a través de la escuela tradicional. Las primeras prácticas pedagógicas se adaptan al espacio, tal es el caso del sistema Lancasteriano, un método masivo para contrarrestar la demanda educativa y los altos niveles de analfabetismo en algunos países en periodos de posguerra (imagen 1 y 2).
Ya iniciado el siglo XVIII el espacio se adapta a las demandas de la didáctica, y el espacio es percibido como un elemento del currículo pedagógico, como es el sistema Froebeliano y su proceso de materialización pedagógica (imagen 3). “La escuela cuenta con una configuración arquitectónica, ordenación espacial de personas, objetos, usos y funciones, es un lugar específicamente pensado, diseñado y construido para la enseñanza a lo largo de la historia (….)”3.
Imagen 3. Plano de un Jardín de Infancia diseñado por García Navarro sobre el modelo Froebel (modificado de: El modelo de espacio-escuela. Abad, Purificación. P.112)
Durante el siglo XIX y principios del XX los espacios educativos se vieron transformados primero por cuestiones de índole sanitaria, en donde la consideración de elementos como la orientación, ventilación, ergonométrica, en el proyecto arquitectónico, fundaron las bases de la calidad de un espacio, la arquitectura higienista.
Así mismo, la demanda de la infraestructura escolar tras la explosión demográfica, resultó en una construcción masiva de espacios educativos bajo prototipos funcionalistas que finalmente respondían a un bajo coste y que dio identidad al edificio de la escuela, aunque el mismo ahora ha sido criticado por ser despersonalizador del individuo.
Así podemos resumir que este diálogo interdisciplinar se puede observar que la celeridad de la evolución de los procesos de enseñanza-aprendizaje supera por mucho a la construcción y adaptación de la infraestructura educativa.
La función del arquitecto se consolida en abrir el dialogo con el pedagogo para lograr materializar los escenarios que inviten a la generación del espacio y el ambiente favorable para la labor educativa y para la transformación de la sociedad.
Finalmente las preguntas son ¿cómo proyectar espacios desde la arquitectura y situaciones desde la pedagogía? ¿Cómo materializar las necesidades espaciales de las prácticas pedagógicas del siglo XXI? ¿Cómo generar escenarios que soporten los distintos procesos de socialización? ¿Cómo concebir los espacios físicos (y ahora también virtuales) en el proceso del aprendizaje?, las respuestas a estos y más cuestionamientos serán responsabilidad del diálogo de ambas disciplinas.
Es este diálogo entre disciplinas durante los procesos de proyecto arquitectónico, el que nos llevará a transformar el espacio escolar en un efectivo vehículo de comunicación que, más allá de ser solo el contenedor de los sujetos, sea también un instrumento que fortalezca el proceso de aprendizaje.
- MORIN, Edgar. Sobre la interdisciplinariedad. Publicaciones Icesi, 2010, no 62 ↩
- TORANZO, Verónica. Pedagogía vs. Arquitectura. Los espacios diseñados para el movimiento. Lecturas: Educación física y deportes, 2007, no 114, p. 3 ↩
- ABAD, Purificación Lahoz. El modelo froebeliano de espacio-escuela. Su introducción en España. Historia de la Educación, 2010, vol. 10 ↩