
14 mayo, 2015
CONSTRUIR MODERNIDAD. Poética vs. Ideología
El Pabellón español de la Expo-58 en Bruselas, a cargo de Corrales y Molezún, fue una parte importante en la recuperación de la modernidad arrastrada y perdida junto con la Guerra Civil. Todo encargo de arquitectura es político porque toda arquitectura es ideología cristalizada. Este encargo lo fue doblemente: fue un encargo oficial durante un aparente deshielo interior pero en plena Guerra Fría anticomunista en el exterior. Ambos vectores se enfrentaban entre sí.
En cierta entrevista, Corrales, recordando la historia del Pabellón, nos sugiere que solamente porque España necesitaba -tras su reciente entrada en la ONU- dar una nueva imagen ante el mundo, la obra fue aceptada a regañadientes por el Régimen franquista. De hecho en una reunión a propósito de la Expo entre los autores y algunos jerarcas falangistas, Corrales y Molezún tuvieron que oír la acusación de que ese pabellón constituía a los ojos del Poder franquista un acto de “sabotaje”. Aquellos políticos podían ser unos asesinos golpistas pero no eran necesariamente estúpidos.
En efecto, dentro de la lucha entre clases, entre izquierda y derecha, siempre se desarrolla otra: una guerra interminable e inmemorial, respectivamente entre verdad y falsedad, esto es: entre la razón y la sinrazón. La verdad y la razón, al menos desde 1789, son la única fuerza de las víctimas. Por su parte, los verdugos siempre son postmodernos, nihilistas: detestan la verdad porque les pone ante sus ojos el espejo de la cruel irracional e injusta realidad de clase que provocan los mercados criminales.
Cuando Engels tiene que explicar el contenido de la Lucha de Clases nos proporciona tres variantes de la misma, según tres escalas:
1) Internacional: El saqueo colonial de una nación a manos de otra.
2) Nacional: La explotación de los propietarios contra los trabajadores.
3) Doméstica: La opresión de la mujer por el macho.
Como en esta batalla las falsas apariencias son la materia de toda ideología, conviene distinguir para no confundir. Así por ejemplo, hablando de la Guerra Civil Española, es fundamental distinguir con cuidado entre los componentes de los dos bandos. No todo era trigo limpio dentro de la izquierda republicana. Leyendo en Manuel Azaña las causas de la guerra, cualquiera puede aclararse respecto a ciertas confusiones ideológicas. El bando franquista fue un bando monolítico compacto y sin fisuras: todo allí estaba controlado por el racionalismo irracional y militar del fascismo. El bando republicano sin embargo sufrió y perdió la guerra en gran medida a causa de los elementos más irracionales que combatían en su propio seno. Nacionalistas catalanes y anarquistas fueron quizá el “agent provocateur” más importante para despertar a la bestia y desencadenar la tragedia. Por ejemplo, en 1937, los anarquistas ya habían quemado miles de iglesias y ejecutado cerca de doscientas mujeres (¡). También con el asesinato de aquellas monjas, el anarquismo español, en su “ingenuidad revolucionaria”, trabajó obstinadamente al servicio del fascismo internacional que más tarde también desencadenaría la Segunda Guerra Mundial.
La locura o sinrazón libertaria vino de la mano de la locura o sinrazón liberal para aumentar la fuerza alienante del patriarcado. No olvidemos que el patriarcado es el hermano siamés e inseparable de la gran propiedad privada, en el genocidio planetario, desde hace 8.000 años. La modernidad republicana en España fue liquidada bajo el fuego de su eterno enemigo: el delirio romántico, “vitalista”, modernista, falsamente moderno… disparado también desde sus propias filas. En semejantes condiciones, la resistencia ilustrada de la Razón –a la vez antifascista y antiácrata- se hizo imposible. La irracional antimodernidad del fascismo fue apuntalada y reforzada con la irracional antimodernidad del nihilismo nietzscheano y bakuninista. Setenta años antes, Karl Marx nos había advertido sobre la ebriedad de la acracia enloquecida, quemaconventos, wagneriana y nihilista: Bakunin es el enemigo más peligroso de la Internacional.
La razón común vive siempre amenazada por las viejas fuerzas de la reacción, hoy postmodernas, cuyas formas -según Jameson- vienen exigidas por la economía dominante, neoliberal. Cuando la Razón Moderna se encuentra más gravemente amenazada se oculta y se disfraza bajo formas apolíticas, asimbólicas, abstractas. Corrales y Molezún tal vez creyeron que un disfraz de abstracción geométrica sería suficiente. Pero no fue así. Aquellos jerarcas del franquismo con su fino instinto de supervivencia y con su mal gusto “vitalista” o degradado por el rococó, la cursilería y el kitsch, reconocieron y denunciaron en las líneas del Pabellón a su gran enemigo en tiempo y espacio: la razón ilustrada, la razón común, la razón moderna. En efecto, aunque sus autores no fueran conscientes, a la vez que un acto de propaganda nacional, habían perpetrado un verdadero sabotaje (internacional) contra el Régimen.
Aquellos altos funcionarios y señoritos falangistas vieron lo que hoy hasta el cronista más obtuso no puede negar. Estos son los datos:
ATRIBUTOS DE LA RAZON MODERNA EN EL PABELLÓN:
1) Ni Clásica, ni Romántica, la razón Moderna, común y panhumana de la arquitectura consiguió, en el pabellón rechazar el monumentalismo pétreo, vertical, rancio y eréctil al gusto nacional. Recordemos aquí a H. Lefevre para quien todo monumentalismo (autoritario) contiene sentido fascista.
2) Gracias a la destrucción consecuente de los énfasis retóricos y los Ordenes Neoclásicos y Románticos, el pabellón logró la manifestación –siempre elegante- y el predominio de la horizontalidad democrática.
3) Allí, el espacio-tiempo einsteiniano, racional, panóptico y transparente (judaizante para Moya Blanco) consiguió una intensa modernidad ilustrada frente al oscurantismo y la superstición del antievangélico Nacional Catolicismo.
4) El pabellón supuso la síntesis de estandarización, seriación, repetición y ligereza. Desmontar y transformar el edificio -con sentido de economía y provisionalidad- significaba aumentar a la vez su razón científica y su razón dialéctica.
5) La modulación en malla o retícula generó otra importante síntesis de diseño + proyecto. El Diseño (sin lugar propio) junto al Proyecto de pabellón (y su espacio-tiempo) anticiparon obras que también desarrollarían grandes arquitectos centroeuropeos de la Escuela Estructuralista.
6) En Planta: la razón -ni mecanicista ni orgánica– se hace poética, es decir constructivista. Así se ocupaba con la libertad necesaria el espacio bidimensional.
7) En Sección: el pabellón establece una geometría flexible que permite una movilidad geográfica capaz de extraer lucernarios de los accidentes topográficos. La geometría es razón y prueba de civilización panhumana, de razón común universal.
8) El resultado fue un sabio contenedor de espacio-tiempo libre a pesar de la topografía y de la escasa luz entre pilares. Gracias a ello, el futuro del edificio podría encontrarse en una magnifica biblioteca panibérica de arquitectura valiosa.
Escribe W. Benjamín que todo documento cultural lo es al mismo tiempo de barbarie. El pabellón en su arquitectura no fue documento cultural o nacional, sino universal y civilizatorio: internacional. La científica razón común universal se enfrentó a la sinrazón localista de las 100.000 culturas folclóricas, tradicionales, palurdas, nacionalistas y momificantes. El régimen franquista hizo todo lo posible para desvirtuar en los contenidos expositivos la “malignidad internacional”, ilustrada y bolchevique de la arquitectura moderna. Por eso allí fueron incrustados las tradiciones pueblerinas más polvorientas, las más enmohecidas artesanías, los Coros y Danzas de la Sección Femenina, los folclores más pútridos, el Flamenco más falsificado, los tristes tópicos raciales de la España eterna…Fueron instalados dentro del pabellón contra el criterio de sus autores. Así se consumó la venganza de los contenidos interiores (todo Culturas locales) contra las formas arquitectónicas (todo Civilización Universal).
Para Corrales la buena arquitectura es específica y concreta; cada obra es única en sí porque es ajena al lenguaje personal del autor. Tal es la única unicidad por la que luchar. El “estilo propio” es el vicio de autor artístico que pudre la arquitectura. Corrales repetía al final de su vida que solo la función y la construcción determinan como origen la calidad arquitectónica de una obra. Nada de pre-juicios esteticistas, nada de inspirada forma previa. Eso significa que la verdadera arquitectura moderna no es -como cree la Real Academia de Bellas Artes- cosa artística, sino, por el contrario, cosa poética.
La “poéticas naturalistas” suelen terminar en malas artes. Son los riesgos del Organicismo. Como las abejas no saben geometría, los exágonos en los panales nacen blandamente de las formas circulares tangentes y corregidas por la gravedad en busca de economía espaciotemporal. Por el contrario, la gran poética huye del naturalismo, y condensa el puro artificio, como condensación geométrica que multiplica el sentido. Asi, en el Pabellón de Bruselas, la cubierta es también estructura, techo, canalón, ventilación, lucernario, iluminación, escorrentía, espacio, parasol, volumen, etc. como luego poetizaría Fisac en el Instituto Hidrográfico de Madrid y más tarde Le Corbusier en su Hospital para Venecia.
El Atomiun de Bruselas fue una interesante y efectista ocurrencia con escaso valor poético o arquitectónico aunque con alto valor simbólico o propagandístico. Por el contrario, tal vez, el Pabellón de Bruselas -junto con el de la República de Sert en Paris de 1937, y el de Tagliabue en Shanghai de la Expo 2010- represente lo mejor de nuestra Arquitectura-Signo en los últimos cien años.