
22 junio, 2014
071813 DETROIT
It is a tragedy that planners only plan and architects only design more architecture.
More important than the design of cities will be the design of their decay.
Rem Koolhaas. Imagining Nothingness
A menudo se menciona el pronóstico de que en 2030 dos terceras partes de la población mundial vivirá en ciudades. Lo que es igual de reseñable, y se suele pasar por alto, es que este incremento del paisaje urbano va a consistir fundamentalmente en asentamientos informales propios de países en vías de desarrollo. En paralelo, buena parte de los asentamientos planificados de los últimos años, cuya existencia responde únicamente a criterios de oportunidad económica, se enfrentan a un proceso de signo contrario. Si existe un ejemplo paradigmático de esta nueva condición urbana, éste es Detroit.
Su singularidad consiste en invertir la lógica de los procesos arquitectónicos. En lugar de evolucionar conforme a las leyes de la planificación y el desarrollo urbano, sus transformaciones suceden del modo contrario. No crece, sino que decrece. No construye, destruye. No se densifica, se desvanece. No ocupa, abandona. No sutura los vacíos, los expande… Detroit es la imagen especular del único modelo de ciudad contemplado por el urbanismo contemporáneo. Precisamente por ello, revela sus fisuras, limitaciones y perversiones. Al situarse al margen de este urbanismo denuncia sus principios, basados en una idea de crecimiento que no siempre es sostenido ni sostenible.
El 18 de Julio del 2013 la ciudad fue noticia a nivel mundial tras anunciar su bancarrota. Se trataba de la mayor quiebra municipal de la historia. Pese a ello, la noticia no encerraba ninguna sorpresa, puesto que llevaba tiempo sumergida en una profunda decadencia.
A principios del siglo XX, Detroit era considerada la cuna de la modernidad capitalista y la prosperidad económica, o al menos, responsable de que esta alcanzara todos los hogares de la clase media americana. Tradicional sede de las compañías General Motors, Ford y Chrysler, fue el lugar donde por primera vez se implementaron a gran escala los procesos industriales de producción en serie para elaborar bienes destinados al consumo de masas. En la década de los años 50 llegó a ser la cuarta ciudad más importante de Estados Unidos.
Desde entonces, y debido al nuevo ideario capitalista basado en la reducción de costes y la deslocalización, lleva décadas perdiendo tanto población como construcciones. La tendencia natural al crecimiento de otros tiempos se ha invertido radicalmente hasta desembocar en una inédita espiral de decrecimiento.
Durante los años 70 y 80 Detroit llegó a ser considerada por el FBI como la ciudad más peligrosa de Norteamérica. En los últimos años la delincuencia ha descendido notablemente, pero no así la violencia ejercida sobre muchas de sus edificaciones. El pronunciado descenso de población de las últimas décadas estuvo acompañado de innumerables operaciones de derribo. En la década de los 90 se concedieron diez veces más permisos de demolición que de edificación. A estas cifras habría que sumar la gran cantidad de incendios premeditados que han sufrido muchas otras construcciones, surgidos como aislados actos vandálicos y posteriormente elevados a la categoría de perniciosa fiesta local en la Devil’s Night. Esta situación continúa en nuestros días, en los que ciudad persiste en un proceso, ya sea espontáneo o planificado, de desmantelamiento y autodestrucción.
En 1990 la Comisión Urbanística de Detroit redactó la Detroit Vacant Land Survey, en la que se proponía el abandono y cese de servicios de los sectores más deprimidos de la ciudad y el realojamiento de sus habitantes. Este documento certificó la incapacidad de la arquitectura y el urbanismo, disciplinas adiestradas en la lógica del crecimiento y un pensamiento desarrollista, para solucionar los problemas de la ciudad. Huérfanos de estos apoyos, tanto los poderes públicos como las entidades sociales, cada uno desde su respectiva trinchera, fueron quienes primero trataron de establecer las bases sobre las que se definiría el Detroit futuro.
En los últimos años la ciudad se ha convertido de nuevo en un privilegiado campo de estudio para los arquitectos y artistas, toda vez que la idea de progreso parece aludir a tiempos pretéritos y toca armarse con nuevas herramientas para enfrentarse a los retos de la ciudad contemporánea. Iniciativas políticas como la Empowerment Zone, sociales como Keep Growing Detroit y Fireweed Universe City, artísticas como el Heidelberg Project y Write a House, y arquitectónicas como Stalking Detroit, todas ellas encaminadas a asegurar su supervivencia futura, hacen de esta ciudad un lugar único en el mundo. Una vez que se han demostrado obsoletos los sistemas de pensamiento y líneas de actuación convencionales, Detroit es el laboratorio idóneo donde repensar la ciudad del mañana.