FARBIG ODER BUNT. EL (BUEN) USO DEL COLOR EN LA ARQUITECTURA
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¿Cual es la naturaleza de los colores? Está caracterizado por la razón y la emoción. El color siempre ha provocado discusiones extensas y sigue haciéndolo hoy día. Unos creen en las oportunidades que tiene el uso de los colores para el diseño arquitectónico, otros lo condenan. A la vez el conocimiento arquitectónico sobre los efectos espaciales que tiene el color en nuestro entorno construido no está muy desarrollado en comparación con otros aspectos arquitectónicos, como el programa o la tipología.
Hubo una gran variedad de teorías sobre el color o materiales coloreados en los últimos dos siglos, desde Semper y sus seguidores -con su apreciación entusiasta por la policromía pintada como camino hacía un nuevo estilo arquitectónico- hasta el rechazo como un ‘añadido no estructural’, incluso ‘deshonesto’ y ‘falso’ por parte de los herederos del movimiento moderno de las décadas de 1950 y 1960.
La discusión, arquitectura policromada o no, empezó en los años 1830, después del descubrimiento de la policromía de los templos griegos. Con posterioridad surgió en los críticos una diferenciación, referente a este periodo, entre la ‘capa de pintura no estructural’ o el uso de ‘materiales naturalmente coloreados’. Si consideramos la policromía de edificios contemporáneos, esta definición parece demasiado limitada. La cantidad casi infinita de productos en la edificación coloreados naturalmente o de forma artificial ofrece un abanico de materiales que pueden ser aplicados de forma estructural o no estructural.
La cuestión actual debe ser: ¿Debe la aplicación de colores naturales o artificiales en el diseño arquitectónico formar una capa independiente o no? Quiere decir sin conexión con el programa, la organización interna o su volumetría, pero aplicada de forma consciente y no reducible a otro aspecto del diseño del edificio. La dificultad de sistematizar la posición del color dentro del diseño arquitectónico empieza con el hecho de que el color arquitectónico es un fenómeno muy complejo. Su percepción está influenciada por la forma arquitectónica, su textura, translucidez de la superficie coloreada, luz y sombra, las diferentes capas de materiales empleados, luz natural y artificial y los reflejos de los edificios y superficies colindantes (contraste simultáneo).
Por eso es muy difícil aplicar las teorías de laboratorio, las teorías de clasificación o la percepción de colores en pintura al mundo real de la construcción. Exactamente por su complejidad, la discusión sobre la percepción del color tiende a quedarse en la esfera del gusto individual.
Además los colores tienen implicaciones culturales y provocan asociaciones que varían de forma muy amplia entre continentes y naciones.
El color forma el interfaz entre arquitectura y arte. Especialmente en el principio del siglo XX, arte y arquitectura se influenciaros de forma directa, un fenómeno potenciado por las escuelas como la Bauhaus o la de Ulm. Pero aún así el color no ha podido adquirir una posición permanente en el diseño arquitectónico o la educación.
Esto se debe parte a dos malentendidos históricos que contribuyeron más al estatus inestable del color en la arquitectura. Uno es la irreverencia a las teorías arquitectónicas del siglo XIX y su ¿Cual es la naturaleza de los colores? Está caracterizado por la razón y la emoción. El color siempre ha provocado discusiones extensas y sigue haciéndolo hoy día. Unos creen en las oportunidades que tiene el uso de los colores para el diseño arquitectónico, otros lo condenan. A la vez el conocimiento arquitectónico sobre los efectos espaciales que tiene el color en nuestro entorno construido no está muy desarrollado en comparación con otros aspectos arquitectónicos, como el programa o la tipología.
Hubo una gran variedad de teorías sobre el color o materiales coloreados en los últimos dos siglos, desde Semper y sus seguidores -con su apreciación entusiasta por la policromía pintada como camino hacía un nuevo estilo arquitectónico- hasta el rechazo como un ‘añadido no estructural’, incluso ‘deshonesto’ y ‘falso’ por parte de los herederos del movimiento moderno de las décadas de 1950 y 1960.
La discusión, arquitectura policromada o no, empezó en los años 1830, después del descubrimiento de la policromía de los templos griegos. Con posterioridad surgió en los críticos una diferenciación, referente a este periodo, entre la ‘capa de pintura no estructural’ o el uso de ‘materiales naturalmente coloreados’. Si consideramos la policromía de edificios contemporáneos, esta definición parece demasiado limitada. La cantidad casi infinita de productos en la edificación coloreados naturalmente o de forma artificial ofrece un abanico de materiales que pueden ser aplicados de forma estructural o no estructural.
La cuestión actual debe ser: ¿Debe la aplicación de colores naturales o artificiales en el diseño arquitectónico formar una capa independiente o no? Quiere decir sin conexión con el programa, la organización interna o su volumetría, pero aplicada de forma consciente y no reducible a otro aspecto del diseño del edificio.
La dificultad de sistematizar la posición del color dentro del diseño arquitectónico empieza con el hecho de que el color arquitectónico es un fenómeno muy complejo. Su percepción está influenciada por la forma arquitectónica, su textura, translucidez de la superficie coloreada, luz y sombra, las diferentes capas de materiales empleados, luz natural y artificial y los reflejos de los edificios y superficies colindantes (contraste simultáneo).
Por eso es muy difícil aplicar las teorías de laboratorio, las teorías de clasificación o la percepción de colores en pintura al mundo real de la construcción. Exactamente por su complejidad, la discusión sobre la percepción del color tiende a quedarse en la esfera del gusto individual.
Además los colores tienen implicaciones culturales y provocan asociaciones que varían de forma muy amplia entre continentes y naciones. El color forma el interfaz entre arquitectura y arte. Especialmente en el principio del siglo XX, arte y arquitectura se influenciaros de forma directa, un fenómeno potenciado por las escuelas como la Bauhaus o la de Ulm. Pero aún así el color no ha podido adquirir una posición permanente en el diseño arquitectónico o la educación.
Esto se debe parte a dos malentendidos históricos que contribuyeron más al estatus inestable del color en la arquitectura. Uno es la irreverencia a las teorías arquitectónicas del siglo XIX y su influencia en el Movimiento Moderno. Los seguidores del Modernismo se oponían al pensamiento decimonónico por lo que fue ignorado durante mucho tiempo, hasta los años 1950 y 1960. Incluso hoy existe poca consciencia sobre las continuidades históricas entre las diferentes épocas y no aparecen en los pensadores de arquitectura o la educación actual.
El segundo malentendido histórico es el mito del Movimiento Moderno Blanco, causado por la fotografía en blanco y negro. Este mito fue construido por los herederos de los modernos que defendían ideas de la honestidad del material y condenaban el uso del color en la arquitectura como ornamento puro. Esta idea de la ‘sinceridad’ del material condujo a una ‘cromofobia’ en la arquitectura que persiste hasta hoy.
El resultado es que hoy consideramos el color como una capa independiente del diseño arquitectónico. El color en la arquitectura, incluso sus aspectos perceptivos y teóricos, parecen ser objeto de estudio para arquitectos aislados que sufren de ‘cromofilia’ – no tienen miedo al carácter inestable y superficial del color en la arquitectura.